Me prometí que en este rinconcito del Diari procuraría no hablar de temas personales. Mi idea era, y sigue siendo, aportar algo de perspectiva y mirada larga sobre la actualidad local, nacional e internacional. O, al menos, intentarlo. De ahí el título de la sección: ‘Prismàtics’. Un objeto que nos permite ver de cerca, lo que nos queda lejos. Pero hoy se alinean los astros, y la cabeza y el corazón me impulsan a cambiar de tercio.
Mi sobrina Aitana tiene 11 años y lleva más de un mes debatiéndose entre la vida y la muerte. Es una niña extremadamente dulce y lista. Todo luz. Pero un fallo hepático grave, que todavía no tiene explicación, la ha ido apagando día a día, hasta necesitar un trasplante urgente de hígado. Las noticias que nos llegaban desde su Sevilla natal nos han mantenido a toda la familia con el corazón y el estómago en un puño. Rezando. Temiendo siempre un desenlace terrible... Que al final, no ha llegado.
El pasado lunes recibimos la noticia que había un hígado disponible. A la alegría del momento se le sumó un pensamiento sombrío: por las condiciones de la niña, necesitaba un órgano entero. No podía ser de un donante vivo. Así que, tras la emoción inicial, mi primer pensamiento fue para ese niño o niña, de edad similar a la de Aitana, que se ha ido dejando un hígado para mi sobrina.
Así que hoy, que coincide que es el Día del Donante, no puedo más que dar las gracias. A los padres de Aitana por su fuerza y ejemplo –gracias, primo–, a todos los que han apoyado a la familia, a los médicos y a todo el personal sanitario del Hospital de Córdoba... Y al donante y su familia. Pero sobre todo a él o ella. Seas quien seas, gracias.
