Federico Mayor Zaragoza murió a los 90 años. La suya fue una larga vida iniciada en vísperas de la Guerra Civil, que presidió su infancia, y dedicada a lograr la paz a través de la cultura, particularmente de la educación, la palanca que debería hacer un mundo mejor. La escuela, decía, ha de enseñar a los niños a dirigir su propia vida, a que no la dirijan otros.
En sus años de director general de la Unesco, se entrevistó con innumerables estadistas mundiales, como Mitterrand, Gorbachov, Mandela... y al final recordaba el impacto que le causaron sus conversaciones con Teresa de Calcuta. Una vez se atrevió a decirle: «¿No cree que todo lo que hace no es más que una gota en el mar?». Ella le contestó: «Sí, pero el mar sería menos si faltara una gota».