Estos días, que no podemos ir a Barcelona en tren, nos damos más cuenta de la importancia del ferrocarril. Es un medio que he utilizado incluso en viajes a varias capitales europeas: a París, Berna, Roma, Berlín, Praga... y Londres, si bien salvando aún el Canal en barco. Y no dejé de ver en el museo de Manchester cómo era a tamaño real el tren Manchester-Liverpool, el primero del mundo que en 1829 enlazó dos ciudades.
No me extraña que Olga Xirinacs titule Estació de pas su reflexivo libro sobre la vida, con una foto suya en portada, asomada a la ventanilla del Orient Express en un viaje de 1994. Para la escritora debió ser el eco de aquel que hizo Aghata Cristie en 1928, en el que una tormenta obligó al convoy a detenerse un día entero en medio de la nada.