El fugaz regreso de Clara Ponsatí satisfizo a muchos: a ella misma, y a Puigdemont, por su tono desafiante; a Junts, que añadió un agravio más a la larga lista de los que recuenta; al PSOE, que confirma que los exiliados pasarán por la Justicia; y a ERC, que presume que gracias a ella la eurodiputada no va a prisión.
La detención en Barcelona, ofrecida en directo por la televisión, fue una performance con todos los ingredientes cinematográficos: la profesora con su mochila a la espalda, su abogado Boyé al lado, el agente de paisano de los Mossos, y los periodistas rodeando la escena.
Se suponía que sería detenida si no se presentaba voluntariamente, porque los jueces cuando llaman a alguien a declarar quieren que vaya. Es una costumbre.