«Tuve la suerte de que me deportaran a Auschwitz en 1944», dijo el escritor y químico italiano Primo Levi. En ese momento, ya avanzada la guerra, los nazis habían decidido prolongar la vida de los valiosos trabajadores judíos y ya no los ejecutaban por capricho. Eso mejoró las probabilidades. Aun así, de los 650 italianos que llegaron en el mismo tren que Levi, solo veinte sobrevivieron. El hecho de haber vencido al exterminio nazi, al Holocausto, fue la constante de su vida, hasta su final en Turín, cayendo por la escalera de la casa que lo había visto nacer. ¿Por qué a él? ¿Qué determinaba la supervivencia en Auschwitz? Para Levi, era entrar la buena salud y saber alemán. La suerte también era vital. Levi disfrutó de dos grandes golpes de suerte: conocer a un civil italiano que le proporcionó comida a escondidas durante seis meses y enfermarse justo en el momento justo para evitar la marcha de la muerte que los nazis organizaron ante el avance de las tropas rusas. Pero Levi se revolvía ante cualquier sugerencia de providencia, de intervención de una fuerza misericordiosa. «Los peores sobrevivieron, los egoístas, los violentos, los insensibles, los colaboradores de la ‘zona gris’, los espías. No era una regla segura... pero, sin embargo, era una regla... Todos los mejores murieron». La inocencia o la confianza en el ser humano no te ayudan a sobrevivir. Nadie ha escrito la humanidad de los campos de exterminio como él.
Primo Levi
26 enero 2025 18:55 |
Actualizado a 27 enero 2025 07:00
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