Objetos esenciales: cuchillo Pallarès Solsona de acero y boj, 8€. Una de las mejores compras posibles. Es uno de los utenislios más prácticos, bellos y sencillos al alcance de todos. Para los que prefieren gastar 20€ cenando en un frankfurt guarro y delicioso a que te casquen 80€ por una ensalada boba, un tartar y un pastel de queso. Lo simple versus lo aparente.
El exceso de diseñitis, de brunch con aguacates mustíos y tristes (¿qué comíamos antes del aguacate?) las combinaciones forzdas en una bola de mochi con foie y espuma de espigas tostadas al sol de media tarde. ¿De verdad?. Prefiero un codillo, unas croquetas, una tortilla a la francesa. Objetos esenciales son una silla de toda la vida, de enea, como las que antes, un cesto en verano, de los de ir al mercado. Las sillas arquitectónicas que suben, bajan y hacen el triple salto mortal, ¿de verdad?
Será porque los objetos de siempre como la grapadora que tengo delante, los clips, los imperdibles, las pinzas de secar la ropa, la escoba, el estropajo Nana, la manta de restos de lana de mi madre (un patchwork real porque-en-casa-no-se-tira-nada) son insuperables. El pijama bueno, de algodón. Algo monjil, pero qué quieren, calidad. La bolsa de agua caliente.
El pintalabios Hermés (también) y el perfume de Maison Crivelli (maravilloso). Los objetos que te dan seguridad. El frankfurt con queso, el tinto de verano sin complejos. Lo de siempre. Sin aguacates.
