Mírese en el espejo antes de salir. Ajuste ese pantalón. Asegúrese de que la falda cae correcta en ese lugar indeterminado entre la cadera y la cintura que desaparece con el paso de los años. Si quiere, píntese los labios o acaricie su bigote. O no haga nada de eso. El bolso. Asegúrese de que dentro va el móvil. Compruebe el nivel de batería. El bolsillo. Las llaves. Que estén todas. Hay muchas y abultan. Se pierden. Asegúrese de que tiene un pañuelo. No se sabe si son las alergias o las lágrimas, pero siempre hay necesidad de un pañuelo. Vuelva a mirarse ante el espejo. Aunque sea el del ascensor, si es que tiene ascensor. Respire. No olvide el perfume. O sí. No todo el mundo quiere oler a vetiver, a hierbabuena o a almizcle. No todo el mundo quiere mirarse en el espejo ni ajustarse el pantalón ni pintarse los labios ni acariciarse el bigote. No todo el mundo tiene un bolso ni un móvil. No es verdad, todo el mundo tiene teléfono. Pero cada mañana antes de salir de casa intente darse un momento. Intente que no se le acumule la angustia en el pecho como un pájaro muerto. Empiece poco a poco, como un perrito recién nacido. No lo haga de golpe. El espejo lo puede dejar para el final. Respire. Y empiece el día.
Empezar el día
22 junio 2024 23:48 |
Actualizado a 23 junio 2024 07:00
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