Cerca de dos violaciones cada semana en la demarcación son cometidas por un menor de edad. Fueron 79 en todo 2023, por las 60 notificadas en 2022. Se trata de un 31,7% más este último año. El aumento de agresiones sexuales a nivel general –tanto en Tarragona como en el resto del mundo– tiene este problema estrechamente relacionado, y es que el incremento de la actividad delincuencial por parte de menores, especialmente en cuanto a delitos sexuales, responde al temprano acceso a la pornografía, a una libertad sexual socialmente malentendida en algunos casos y a la falta de educación sobre la sexualidad y el concepto del consentimiento». Así reza el primer parágrafo de la noticia que firma hoy nuestro periodista Joel Medina.
El reportaje es de una contundencia que no deja margen a la duda o a la posibilidad de alternativa: el temprano acceso a la pornografía que inunda las redes sociales así como a las conductas que cosifican a las mujeres, hacen que los delitos de agresión sexual cometidos por menores aumentes exponencialmente cada año. Hace poco era un menor de 15 años el que violaba a una chica de 18. Olvídense de raza, de religión, de procedencia, de clase social: la violencia contra las mujeres por parte de chicos que están en plena pubertad, es transversal. Toda víctima de abuso sexual merece la atención pública, no la perversión de la manipulación demagógica. ¿Qué hacer? lo impensable: cambiar el código penal, rebajar la edad penal, crear juzgados especializados y, por una vez, ponerse de acuerdo para implementar medidas que impidan el acceso a la pornografía a los menores. ¿Cambiar el código penal y rebajar la edad penal? es una decisión que pone los pelos de punta. Nos ha costado siglos salvar la infancia y la adolescencia de las cárceles. Pero no podemos continuar mirando hacia otro lado. No va a ser sencillo, lo que hay que priorizar es acabar con la impunidad de un negocio (la pornografía) que explota a las mujeres y pervierte a nuestra juventud.