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Política migratoria: coraje e imaginación

26 diciembre 2024 22:09 | Actualizado a 27 diciembre 2024 07:00
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Un total de 10.457 personas murieron en 2024 cuando trataban de alcanzar las costas españolas: 421 eran mujeres y 1.538 niños o adolescentes. Es una media de casi 30 muertes diarias y un incremento del 58% respecto al año anterior, según la ONG Caminando Fronteras. Es insoportable. Los países ricos, especialmente los miembros de la Unión Europea, deben formular mejores políticas migratorias. Para evitar esas muertes, pero también porque sus ciudadanos se lo exigen. Chutar la lata hacia delante o recurrir solo a medidas represivas —como hasta ahora— no ha servido de nada.

Un total de 10.457 personas murieron este años cuando trataban de alcanzar las costas españolas. Es una cifra insoportable

La cobardía y falta de imaginación de los mandatarios europeos en este asunto son ya legendarias, pese a los repetidos avisos de los electores. Sin los problemas asociados a la inmigración y a la mezquindad de los políticos para afrontarlos, tal vez los nacionalpopulistas no habrían alcanzado el poder en Italia, Hungría, Países Bajos, Austria, Suecia... En España, Vox no tendría la influencia desmedida que tiene en el Partido Popular. Las poblaciones envejecidas y la disminución de la fuerza laboral en el mundo desarrollado precisan de más migrantes. Un primer paso sería reconocer las causas de la aversión contra los recién llegados —las más citadas son que el gobierno ha perdido el control de las fronteras, que esquilman el sistema de bienestar, que perjudican a los trabajadores locales... Son necesarias medidas imaginativas.

Numerosos estados de la UE tienen una política que parece diseñada para desatar el resentimiento contra los migrantes, pues los riegan con prestaciones sociales mientras les ponen difícil el acceso al trabajo, o favorecen una presunta inclusividad escolar, que complica su adaptación y les hace antipáticos en la escuela y forasteros en la calle. Un tratamiento sensible sería autorizar a los migrantes a acceder inmediatamente a la educación y la sanidad públicas, pero limitar las prestaciones sociales algunos años. Puede parecer discriminatorio, pero esas personas se sentirían mejor que en su país de origen. Bien gestionada, la migración aporta dinamismo. Pero las actuales deficiencias en el sistema de acogida e inserción derivan en que la mayoría de los países occidentales estén más cerrados que lo que deberían, y ello alimenta el populismo. Es un desperdicio colosal de las oportunidades y un peligro innecesario.

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