El anuncio del Departament d’Educació, requerido por el Ministerio de Educación, de relegar las literaturas catalana y castellana a materias optativas en el Bachillerato ha desatado una tormenta de críticas, y con razón. La literatura no es un lujo académico, es un pilar esencial en la formación de ciudadanos críticos, cultos y capaces de comprender el mundo que los rodea. Convertirla en una opción es una peligrosa devaluación de las humanidades, con repercusiones que van mucho más allá de las aulas. La lectura frecuente potencia habilidades fundamentales como la comprensión de conceptos complejos y la resolución de problemas, competencias transversales necesarias en cualquier ámbito, ya sea científico, económico o técnico. España arrastra un problema histórico en comprensión lectora. Los datos de la OCDE son elocuentes: el rendimiento medio de los universitarios españoles está por debajo de la media europea. ¿Cómo pretendemos revertir esta situación si damos pasos atrás en la enseñanza secundaria? El recorte en las literaturas sigue al reciente anuncio de la eliminación de las lecturas obligatorias en la Selectividad.
La literatura no solo enseña a pensar, sino que ofrece referentes comunes y abre la mente a otros mundos. El problema no se limita a las humanidades. La fusión de asignaturas científicas en el Bachillerato, como física y química, o biología y geología, reduce el tiempo de aprendizaje y de calidad educativa, tal y como denuncian los expertos. Todas las medidas y planes descritos nos alejan del objetivo de corregir los déficits estructurales en comprensión lectora, degradan la enseñanza y precarizan a los estudiantes. En fin, deterioran nuestro futuro y nos alejan de los estándares de los países con los que queremos compararnos. La rectificación parcial anunciada por la consellera Esther Niubó, aunque bienvenida, deja un sabor agridulce: no podemos dejar que la literatura en la escuela dependa del vaivén político ni la educación puede convertirse en un terreno de recortes. Hacemos un llamamiento claro y firme: las literaturas catalana y castellana deben permanecer como asignaturas obligatorias en el Bachillerato. No solo están en juego las competencias lingüísticas de los estudiantes, sino también su capacidad para reflexionar, su bagaje cultural y su visión crítica del mundo. La literatura no es optativa; es esencial.