El testimonio que abre el reportaje que publica este Diari en su página 2 y que denuncia el maltrato sufrido por una mujer durante veinte años pone luz a un machismo atroz que sufren miles de mujeres de forma callada. Porque Inma Fernández es la voz que expresa el dolor de todas esas mujeres obligadas a convivir, por miedo, por dependencia económica o emocional y por el qué dirán, con sus agresores, una situación oscura que merece salir a la luz para que sus conciudadanos puedan resarcirlas de tanta ignominia y tanta indiferencia.
Porque, a pesar de los avances legales y de las facilidades para denunciar, aún, como se aprecia en el caso de Inma, el periplo judicial se convierte en otro dolor que se suma al del maltrato. Inma es una mujer valiente, pero el valor de su relato no debería quedarse ahí. Debería servir de pedagogía activa para las nuevas generaciones, para esas adolescentes y jóvenes dispuestas a dejarse arrastrar por conductas que representan un retroceso en la lucha por la igualdad. Es verdad que la concienciación contra un desafío que es compartido permea capas de la sociedad cada vez más amplias, plurales y heterogéneas.
Pero supondría un error letal dar el terreno por conquistado y pensar que fechas como la de hoy, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, ya no son necesarias. Lo son, más que nunca. El III Macroestudio de Violencia de Género ‘Tolerancia Cero’ elaborado por la Fundación Mutua Madrileña y Antena 3 Noticias revela que los jóvenes de entre 18 y 21 años, sobre todo los chicos, son los más permisivos con el maltrato a la mujer, ya que alrededor del 20% considera que golpear a la pareja no es violencia de género, ni insultarla o controlar su móvil. Son datos que, junto a los que ilustran el reportaje del Diari, invitan a alarmarse. Y a preguntarse qué práctica de la igualdad se hace en cada casa y qué enseñanzas se transmiten en las escuelas.