El 30 de diciembre de 2024, el gobierno afgano emitió un decreto que exige tapiar las ventanas de las casas donde se pueda ver a las mujeres desde afuera, tras una decisión de prohibir a las mujeres alzar la voz en público. En Afganistán las mujeres ya no podrán abrir una ventana al exterior para que entre el aire y la luz, ni gritar «¡fuego!» o «¡ayuda!» » o decir «¡hola!» «al vecino. En las habitaciones que dan a la calle, con sus ventanas tapiadas, la oscuridad crece, el oxígeno escasea y el horizonte desaparece. Querer que toda una población femenina desaparezca del espacio público es un genocidio social. Las mujeres y las niñas en sus casas a oscuras, caen al fondo de un pozo. Un pozo de invisibilidad, una mazmorra, una cárcel. Porque el exterior es siempre más grande, más histórico, más contemporáneo, más interesante en la plaza pública que en los patios privados: una ventana abierta de par en par al mundo nos permite respirar un poco del aire de otros tiempos. El sistema de persecución talibán en el trabajo tiende no sólo a eliminar a las mujeres de la sociedad como actores económicos y políticos, sino también a borrar la diferencia visible del género femenino como esfera de imágenes. En Irán, el poder de los mulás seniles y sanguinarios encarcela, tortura y ahorca en masa a jóvenes opositores para controlar la revuelta social que retumba, pero no puede impedir que se mezclen en todas partes, en los espacios públicos y en numerosos sectores profesionales. En Afganistán, sin embargo, la diversidad está desapareciendo de la esfera social. La multiplicación de decretos barrocos y secundarios, cuya arbitrariedad absurda raya en el sadismo del detalle –prohibición de ir a la peluquería o al hammam, de mirar por la ventana, de cruzar un parque, de hacer deporte, caminar sin rumbo, mirar hacia arriba, charlar con un amigo, estallar de risa, etc. –, como si el más mínimo bienestar, la más mínima gota de miel hubiera que perseguirla, impedirla, pisotearla, sustituirla por la hiel del malestar físico y moral. Por menos, la UE ha congelado fondos, sancionado gobiernos, roto relaciones diplomáticas, creado alianzas, ha chillado, se ha manifestado y se ha puesto camisetas. Por menos, los europeos nos hemos sulfurado. No por las mujeres de Afganistán. Por ellas, solo una editorial, de vez en cuando.
El genocidio contra la mujer en Afganistán
01 febrero 2025 20:19 |
Actualizado a 02 febrero 2025 07:00
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