Y 75 años más. Sería el cumplimiento del compromiso, la lealtad, la solidaridad y el esfuerzo común de los aliados por la paz. Los tiempos muy convulsos que atravesamos en este 75 aniversario de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, una entidad cívico-militar, aunque siempre se destacan más sus atributos bélicos, ponen a prueba las virtudes y defectos que siempre se encuentran en entidades creadas y gobernadas por seres humanos.
En este caso, hay algunas personalidades que sí tienen capacidad para poder influir unilateralmente en las decisiones y devenir de la Alianza, pero, por lo general, son los intereses de los países miembros los que se defienden por sus representantes siempre condicionados a las necesidades del interés general.
La creación en 1949 de la OTAN, en el ámbito cívico-militar, así como el de las Comunidades Europeas en el terreno energético, económico y comercial, tenían como uno de sus principales objetivos evitar que Europa volviera a ser el epicentro de la Tercera Guerra Mundial. Evitar que alemanes y franceses, junto con el resto de amigos y enemigos, se enfrentaran en una nueva disputa bélica y arrastraran al resto del mundo, como ocurrió dos veces en el siglo XX.
Durante estos 75 años se han producido situaciones muy complicadas donde la chispa de un tercer desastre mundial estuvo muy cerca de prender. Recordamos la tensión de la Guerra Fría entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, la crisis de los misiles en Cuba o la guerra en los Balcanes.
Anduvimos cerca, pero, afortunadamente la disuasión de las armas nucleares con la teoría de la destrucción mutua asegurada encauzaba por la vía de la razón las decisiones de uno y otro bando.
Si un bloque dispara sus misiles, el otro tiene tiempo de lanzar los suyos y por mucho escudo antimisiles desplegado, el impacto seguro de unos pocos misiles con cabezas nucleares, de los miles que albergan los silos, los aviones y los submarinos de cada bando, nos llevarían a la destrucción total y a la era de las cavernas.
La invasión rusa de Ucrania pone a prueba el temple y la categoría de nuestros dirigentes. Algunos rusos amenazan con utilizar el arma nuclear táctica, de alcance limitado, los aliados aseguran que responderán.
La estupidez humana, emborrachada de ambición y cinismo, nos coloca en demasiadas ocasiones durante los últimos meses ante la certeza de que si quieres la paz, prepárate para la guerra.
Lo peor para Occidente es que el enemigo lo tenemos en casa. Si Donald Trump vuelve a la Casa Blanca, a pesar de sus abundantes cuentas con la justicia, los europeos, y el mundo en general, volveremos a sufrir el proteccionismo y el populismo de un personaje deleznable, que, por gran desgracia, también abunda en Europa y otros lugares del mundo.