Pese a que a la misma hora se celebraba un fin de año familiar en la Plaça Corsini, el 31 a mediodía la Plaça de la Font se llenaba para cumplir con una de las tradiciones de fin de año: ver al Home dels Nassos.
Pero, todo sea dicho, no solo había niños aguardando la llegada del personaje; había también grupos de jóvenes esperando a cumplir la tradición antes de ir a hacer el vermut. Marina, que ahora tiene 30 años, recordaba que «mi hermana y yo hemos crecido con el Home dels Nassos. Mi madre tenía una tienda aquí, en la Plaça de la Font, y era salir y verlo pasar. Mi padre me decía que tenía tantas narices como días le quedan al año y yo pensaba: ‘mira, un día, una nariz’... Y así caía cada año» (risas).
Muy cerca, Mariona, de 17, admite que le hace gracia verlo porque cuando era pequeña su familia siempre solía viajar por estas fechas, así que ahora se está desquitando.
Aunque es el ‘home’ dels Nassos, el personaje ha contado con dos acompañantes femeninas e, igual que ocurrió el año pasado, ha querido ampliar el recorrido a otros barrios; en este caso a l’Arrabassada, El Serrallo y el Barri del Port. En este último se hizo fotos en un sitio más que señalado: el reloj del Port que este año cumple 100 años.
«Hemos crecido viendo al Home dels Nassos, me decían que tenía tantas narices como días le quedan al año y siempre caía. No sé cuándo dejé de creer» Marina, 30 años
El recorrido, igual que otras veces, lo hizo a bordo de un deslumbrante descapotable azul celeste. Alexis Llaveria, el conductor, explica que se trata de un Buick de 1960 propiedad de su padre, quien lo conserva desde hace al menos 20 años.
El personaje estuvo acompañado por los alumnos de l’Aula d’Instruments Tradicionals de l’Escola Municipal de Música de Tarragona y el Aula de Música Tradicional i Popular El Tecler, que interpretaron su canción, obra de Montse Blay y con arreglos de Joan Moliner.
El Home dels Nassos que «tiene tantas narices como días tiene el año» es una tradición recogida en varias poblaciones catalanas. Como el día 31 de diciembre el año ya solo tiene un día, el personaje podría ser cualquier persona, pero los niños, con alguna ayuda de los mayores, se imaginan que tiene trescientos sesenta y cinco narices.
En Tarragona adoptó forma de cabezudo en 1968, gracias al impulso de Joan Virgili Basora, y fue el primero de su género en tener esta morfología.
El gestor cultural e investigador del patrimonio de la ciudad, Jordi Bertrán, recoge que desde 1926 los medios de comunicación tarraconenses contribuyeron a extender el mito. Entonces en el rotativo Tarragona se incluía un poema firmado irónicamente por una tal ‘John of the nose’. En 1936 otro artículo del Diari daba fe de la presencia de un hombre que en el lugar donde debía ir la nariz tenía «una protuberancia desmesurada y rojiza». Y es que, como comentaba un trío de adolescentes que veía alejarse el descapotable, «en algo hay que creer».