El pasado 18 de diciembre, el futbolista del Almería Luis Suárez le endosó tres goles al Racing de Ferrol. Estaba exultante. Volvía a recuperar el trono del delantero más efectivo de la Segunda División. Nada hacía pensar que, una semana antes, había sido detenido en la capital almeriense por, presuntamente, haber agredido y vejado a su exmujer durante buena parte de los cinco años que estuvieron casados, según la información a la que ha tenido acceso el periódico Ideal.
Suárez se presentó en las dependencias policiales con su abogada y fue allí donde se formalizó el arresto. Tras rechazar la posibilidad de declarar ante la Policía, compareció en un juzgado de Violencia Sobre la Mujer, donde negó las imputaciones. Poco después, quedó en libertad sin fianza, pero con la obligación de estar a disposición de la justicia en todo momento y de comunicar cualquier cambio de domicilio.
«Malos tratos»
En el auto de libertad, la magistrada almeriense reconoce que existen «motivos para estimar responsable criminalmente del delito de malos tratos en el ámbito familiar al detenido».
Sea como fuere, el caso ya está en manos de una juez de violencia de género de Granada, que es el que se va a encargar de llevar adelante las pesquisas y de adoptar las medidas que estime oportunas con respecto al sospechoso.
En este sentido, y de ahí que el procedimiento haya recaído en una sede judicial de La Caleta, el arresto del jugador se debió a la denuncia que había presentado su exesposa contra él ante la Guardia Civil de Granada, provincia en la que reside ella.
Eso ocurrió el 4 de diciembre y, en su comparecencia ante los agentes del instituto armado, detalló un rosario de presuntos abusos y humillaciones de todo tipo que, siempre según su testimonio, se habrían repetido en los distintos lugares a los que se desplazó la familia por los sucesivos fichajes del goleador colombiano, que estuvo en las filas del Granada y del Olympique de Marsella, entre otros equipos.
Pidió protección
La denunciante contó a los miembros de la Benemérita que su exmarido, supuestamente, sufría estallidos de cólera en los que le daba por arrojarle objetos y que la sometía a un control constante.
De hecho, aseguró que, presuntamente, llegó a forzarla a mantener relaciones sexuales y a encerrarla en casa cuando él iba a entrenar. También manifestó que se ponía furioso cuando ella vestía alguna prenda que a él no le gustaba.
Los presuntas agresiones físicas y psicológicas no habrían cesado ni durante los embarazos de la mujer. El detonante de la denuncia fue que Suárez, según su excónyuge, llamó porque quería ver a los hijos que tenían en común.
Presa del pánico, temió que quisiera llevarse a los menores y decidió dar el paso de presentarse en el cuartelillo, según manifestó a los agentes que la atendieron. Allí pormenorizó el presunto calvario que había sido su matrimonio y pidió medidas de protección.