Una máquina excavadora inicia el derribo de la grada reconstruida del Amfiteatre

El último informe sobre el estado de conservación del monumento habla de «multitud de daños patológicos» y que el andamio «no garantiza la estabilidad de forma permanente»

24 octubre 2022 21:31 | Actualizado a 25 octubre 2022 07:00
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Los tarraconenses que estos días pasean junto al Amfiteatre de Tarragona se habrán llevado un susto al ver una máquina excavadora desmontando una parte de la grada. No es que la ciudad haya decidido derribar su monumento más icónico y una de las joyas del conjunto arqueológico Patrimonio de la Humanidad, sino que forma parte de los trabajos comprendidos dentro de la actuación de urgencia para «extirpar» la parte deteriorada de la grada reconstruida en los años setenta, que cuestionaba el futuro del yacimiento.

La actuación se ponía en marcha el pasado 29 de septiembre, tras un informe de los arquitectos municipales que ratificaron la diagnosis hecha en un estudio previo por parte del arquitecto Jordi Portal Liaño. Su contenido es demoledor. Habla de grietas, deformaciones en algunas zonas de la grada originadas por desprendimientos y de graves problemas estructurales en la parte más nueva del monumento. Pese a ello, una de las afirmaciones que disparó todas las alarmas es la que apunta que «el estado actual de los muros de la suma cavea, a pesar de estar apuntalados, no garantizan la estabilidad de forma permanente». Es decir, el andamio que cuesta a las arcas públicas municipales un alquiler mensual de 2.000 euros ya no hace su función, por tanto, Portal Liaño resolvió la necesidad de una intervención «de forma urgente».

El documento es extenso y, en cierto modo, viene a reforzar muchas de las cuestiones que ya salieron a la luz a raíz del ‘Estudi i diagnosi de l’estabilitat estructural dels elements existents en l’Amfiteatre romà de Tarragona’, de septiembre de 2019, redactado por Josep Lluís Servent y Josep Maria Toldrà. En aquellos momentos, se hizo un exhaustivo análisis del estado de conservación del monumento, que comportó el cierre temporal del recinto.

A diferencia del informe de Servent y Toldrà, el documento actual se fija principalmente en la parte de la grada reconstruida, entre 1963 y 1973 por el arquitecto Alejandro Ferrant. Una estructura sobre la cual afirma que «presenta una serie de lesiones que comprometen su estabilidad y utilización».

La grada reconstruida no tiene ningún valor, apuntan los especialistas en el monumento

Entre los daños observados se habla de la presencia de sal marina, por la proximidad con el mar, y de importantes filtraciones de agua que han agrietado la piedra. Pese a ello, el tiempo ha demostrado que una parte del problema ya viene de origen, ya que el pavimento de la estructura reconstruida «se apoya directamente en unos terrenos de aspecto terroso y poco consistente». En cambio, sobre la parte romana construida en el siglo II dC, que se asentó directamente sobre la roca, se afirma que presenta «excelentes prestaciones».

Deformaciones y filtraciones

La diagnosis de esta parte reconstruida también habla de «deformaciones importantes» en las gradas producidas por «desprendimientos», además de fisuras en la piedra las cuales «facilitan la entrada de agua que se filtra al interior del material de relleno que soporta la estructura». Asimismo, las inspecciones profundas que se han realizado con radares, las calas abiertas en el transcurso de estudios anteriores y la interpretación de fotos adquiridas en el transcurso de la intervención de reconstrucción, por parte de Alejandro Ferrant, han puesto de manifiesto la «dificultad de evacuación» de estas aguas, lo que ha generado una concentración de espacios vacíos, especialmente en la zona próxima a la Porta Triumphalis.

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La intervención propuesta divide la estructura de gradas en tres zonas diferentes, según el nivel de afectación de los daños y los diferentes problemas de estabilidad. En todos los casos se ha detectado la presencia de grietas así como la pérdida de mortero por las causas anteriormente mencionadas. Así es que, entre las actuaciones que se llevará a cabo está la generación de un sistema de drenaje, así como la impermeabilización del pavimento superior y la reparación de las grietas.

El sector más dañado, no obstante, es el de la media cavea, cerca de la suma cavea y la propia suma cavea, es decir, la zona en la actualmente se encuentra la estructura de andamios. Y, en este caso, se apunta a la necesidad del desmontaje completo de «todas las partes potencialmente inestables», además de una reparación «exhaustiva» y «detallada» de los muros.

La diagnosis que hace el estudio no es buena. Se asegura que los muros de contención de los cajones tienen «una estabilidad precaria, inferior a los estándares actuales y muy en función del nivel de humedad». Y, aunque se apunta que «no hay un riesgo de colapso inminente», también se dice que «las condiciones de estabilidad pueden variar si llega agua al relleno». Por este motivo, el informe de los arquitectas municipales se hizo tras el diluvio del día de Santa Tecla y, días más tarde, se iniciaba la actuación de emergencia.

Las malas noticias no se limitan aquí, ya que se especifica que «desde el punto de vista de seguridad de uso, las estructuras de los años 70 han quedado obsoletas». Y, en este sentido, se apunta que en el caso de las actividades de pequeño formato, «el monumento requerirá de actuaciones de reparación de carácter puntual por tal de mejorar sus prestaciones estructurales». En cambio, si quiere recuperarse la celebración de espectáculos requerirá de «una intervención de gran abasto, la cual deberá plantear operaciones de refuerzo de diversos elementos estructurales contemporáneos».

La actuación que se está planteando debe permitir que pueda prescindirse del andamio

«Medios manuales»

Según especificó el concejal de Patrimoni, Hermán Pinedo, el día que presentó la actuación que se está desarrollando, estos trabajos prácticamente consistirán en una operación de «cirugía» y tan solo se retirarán aquellas partes que están estrictamente dañadas. Pese a ello, los trabajos que se están llevando a cabo han suscitado desconfianza, en el sentido que el documento especifica claramente que el desmontaje del muro de pared va a hacerse «con medios manuales» y bajo supervisión de un arqueólogo.

El hecho de que estos días se haya visto una excavadora no es motivo de alerta según los expertos, ya que estos defienden que «es una máquina pequeña» que «facilita la extracción de los bloques de piedra». Asimismo, también se apunta que «las partes que se están extrayendo no tienen absolutamente ningún valor» y que «en todo caso, hay un arqueólogo supervisando el procedimiento».

El propio informe podría decirse que descalifica que la reconstrucción que hizo Alejandro Ferrant en los años 60 y 70 del siglo pasado y se asegura que esta «se aleja de la realidad arqueológica del monumento». Tampoco se prevé que el desmontaje de esta estructura, que en su momento se hizo para mostrar las dimensiones del Amfiteatre romano original, comporte un cambio sustancial respecto a la estructura que han visto toda la vida los tarraconenses. Al respecto, el catedrático en Arqueología Clásica de la URV y miembro del ICAC, Joaquín Ruiz de Arbulo, afirma rotundamente que «la afectación será mínima».

Ruiz de Arbulo certifica que «la parte que se está extrayendo no tiene ningún valor» y espera que definitivamente esto permita sacar el andamio que apuntala esta parte del monumento desde abril de 2018, lo que significa que su alquiler ya ha costado a los tarraconenses casi medio millón de euros.

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