Un día en el Casal del Autismo: «Aquí nadie usa la palabra ‘normal’»

Una treintena de niños y adolescentes disfruta ya del casal de Todos en Azul. La demanda es tal que en cinco horas se agotaron todas las plazas

08 julio 2024 17:52 | Actualizado a 09 julio 2024 10:20
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Desde la semana pasada 28 niños, adolescentes y jóvenes (aquí no se excluye a nadie, así que los participantes tienen de 4 a 23 años) disfrutan del Casal del Autismo que organiza la asociación Todos en Azul y que tiene como base la Escola Torreforta. Las plazas se agotaron en apenas cinco horas y se quedaron 92 personas en lista de espera. Juan José Caravaca, presidente de la entidad, dice que en cualquier otro casal eso sería considerado un éxito, pero aquí quiere decir que hay una necesidad enorme por cubrir.

El casal llega a su cuarta edición; toda una proeza teniendo en cuenta que es organizado y gestionado por esta asociación de familias. Cuentan, además, con el apoyo del Ayuntamiento de Tarragona.

Las actividades comenzaron la semana pasada, pero llevan casi un año planeándose. Hay un trabajo previo con cada una de las familias para conocer las características de cada uno, sus necesidades de atención (hay desde grado I, el más leve, a 3, el más severo) lo que les gusta, lo que pueden o no comer... Para muchas familias es la primera vez que sus hijos pueden asistir a una actividad de estas características.

Jessica García pertenece a una de esas familias. Su hija Mia tiene cuatro años y con su condición «no la cogerían en ningún sitio y yo tampoco me lo habría planteado porque mi hija se escapa todo el tiempo y se lleva todo a la boca. No me la imagino en un casal tradicional donde hay un monitor para cada 12 o 15 niños».

La pequeña, que ya participó el año pasado, acude contentísima «nada más aparcar sabe dónde venimos y se pone súper nerviosa», explica. «Y para las familias es un respiro enorme, la mayoría vamos agotadas».

Aprender cada día

Caravaca y la coordinadora del casal, Laura Serres, explican que han ido diseñando las actividades y las salidas en función de lo que van aprendiendo cada día sobre lo que le gusta a los niños. Los grupos son pequeños; solo hay cinco o seis participantes y la cantidad de monitores elevada: hay 25.

Cuentan también con distintas colaboraciones, como la de algunos de los sitios que visitan y donde no les cobran entrada o de personas como la violinista de Reus, Misha, que esta mañana les daba un recital en el patio que mantenía a la mayoría hipnotizados. También cuentan con una peluquería que va a atenderles en el sitio.

Las actividades son variadas. Se puede ver a niños jugando con piedrecitas de colores, en el patio, pintando con pinceles, manipulando una pantalla táctil... Cuentan, además, con un área que les encanta donde hay un castillo hinchable, una piscina de bolas y una colchoneta para saltar. Todas estas últimas actividades, explica Serres, ayudan a algunos niños a autorregularse cuando lo necesitan. Los niños marcan el ritmo.

Este año, además, aunque se trata de un casal urbano, han hecho un esfuerzo por aumentar las salidas. Van a la piscina, una granja, un parque de saltos...

Pero nadie explica el espíritu del casal como Adriá Jiménez: tiene 17 años y está haciendo en el casal sus prácticas como monitor. Él mismo tiene Síndorme de Asperger, un trastorno del espectro autista, y recuerda como en su infancia lo excluyeron de campamentos ordinarios porque era ‘raro’ o porque no tenían cómo atender a niños «de esos». Aquí, en cambio, dice que «nadie usa la palabra normal». Defiende que «en casales así habría que invertir todo el dinero que se pueda».

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