«Si somos 120 vecinos, si pudiéramos cien nos iríamos. Era la mejor zona, pero ha cambiado mucho», explica una vecina de los bloques verdes de Campclar. Ubicado en la parte baja del barrio, entre las calles Riu Llobregat y Riu Onyar, fue uno de los bloques de edificios que se construyó entre finales de los setenta e inicios de los ochenta, con el crecimiento de Ponent.
Esta vecina, que prefiere mantenerse en el anonimato, hace más de 40 años que obtuvo uno de los pisos de protección pública de esta parte de la ciudad. «Todo éramos matrimonios jóvenes y la parte del jardín la hicimos nosotros. Había incluso un jardinero», dice. Ahora, la zona está llena de latas de cerveza, botellas y todavía se ve el rastro de los árboles quemados, después de la última hoguera.
Los vecinos de esta zona aseguran que después de la pandemia acabó acentuándose una degradación que ahora es más que evidente. El trapicheo, los grupos de jóvenes haciendo guardia en las esquinas, los contadores con la luz pinchada y el deterioro, tanto del espacio público como del parque de viviendas, están en el orden del día.
Esta promoción de viviendas se incluye en los 23 edificios en los que la Generalitat, a través de la Agència Catalana de l’Habitatge, invertirá siete millones de euros de los fondos Next Generation para la rehabilitación y la mejora de la eficiencia energética.
En total son 338 los pisos públicos que se beneficiarán de unas reformas que deben mejorar el aislamiento de un parque de viviendas que necesita un profundo lavado de cara. «Había oído algo, pero la verdad es que tampoco no sabemos nada», dice Cristian Marcos, que vive en uno de los edificios que colindan con la plaza Camarón, en la calle Riu Brugent.
El portal del edificio donde hace 25 años vive Marcos no cierra y el cristal está roto. En la zona comunitaria cae agua del baño de una de las viviendas,. Unas filtraciones que también han provocado un boquete en el techo del vestíbulo de entrada. «Esto da miedo. Cualquier día se vendrá abajo», asegura con resignación una vecina, quien muestra que esta tubería rota está a escasos metros de la zona de contadores.
Al inicio de la pandemia, un grupo de vecinos de este edificio incluso tuvo que ser realojado provisionalmente en un camping, después de que un incendio en el cuadro de luces dejó sin suministro eléctrico todos los pisos.
La zona comunitaria es insolubre, incluso con algún colchón abandonado y «unas ratas más grandes que los gatos». Los vecinos que viven en esta zona aseguran que parecen conejos, nada que ver con el edificio al que llegó a vivir hace 22 años Inmaculada Jiménez, y en el que ha visto nacer y crecer primero a sus hijos y después a los nietos.
«Estaba todo limpio y arreglado, pero esto ha cambiado mucho. Empezó a venir gente de fuera y se venden muchas cosas», dice. Esta vecina baja todas las mañanas a tomar el sol a la plaza. Sentada en un banco, da pan seco a las palomas, una costumbre que ya tenía su marido y que, ahora que no está, ha querido mantener. «A él le gustaba hacerlo», dice.
Reducir la factura eléctrica
La mayoría de los vecinos ignora que desde la administración pública se está ultimando los trámites para una inversión millonaria, que debe permitir una reducción de entre el 30 y el 45% del consumo energético en estos bloques de viviendas. El objetivo es mejorar las condiciones de confort interior de los pisos, con la sustitución de la carpintería exterior, así como la instalación de un sistema de aislamiento térmico en la fachada y en la cubierta.
Las obras afectarán a las escaleras 2, 5, 6 y 8 de la calle Riu Llobregat, además de la promoción Francolí, conocida como los bloques verdes. También se actuará en los edificios 8A, 8B y 8H, de los bloques rosas, y en la promoción Sant Magí-Santa Tecla.
En muchos de estos pisos todavía viven los mismos vecinos que llegaron en los inicios, y ahora comparten rellano con sus hijos. Es el caso de Maria Josefa Marián y Encarnación González. «Nos reunieron en un bar y nos dieron las llaves», recuerdan. De esto hace ya más de cuatro décadas, un tiempo en el que han visto el nacimiento y declive de una zona que «como mínimo deberían dignarse a pintar».
«Los de la escalera nos llevamos todos bien, pero tan solo hace falta darse una vuelta y te encontrarás el cuarto de luces hecho una mierda o que muchos bloques ni siquiera tienen ascensor», aseguran estas vecinas, que aprovechan para reclamar más limpieza para el barrio.
Una zona compleja
Los residentes que conocen el proyecto que va a impulsarse desde la Agència de l’Habitatge de Catalunya creen que esta parte de Campclar «mejorará». «Si está limpio, los respetas. Una cosa ayuda a la otra», decía otra de las vecinas.
El presidente de la Associació de Veïns Campclar Zona Esportiva, Marc Colilla, defiende que la mejora del parque de vivienda pública «será positiva para el barrio». El proyecto mantiene un cierto grado de complejidad ya que una parte de los inmuebles son 100% gestionados desde la administración autonómica, mientras que en otros la titularidad es mixta, entre la agencia y propietarios privados. Los trabajos deben estar en junio de 2026.
Colilla defiende que «más allá del lavado de cara, me gustaría que esto sirviera para establecer nuevas dinámicas». Y es que, más allá de una intervención de chapa y pintura, la parte baja de este barrio hace tiempo que clama por una ayuda social y asistencial, que debe permitir que Campclar no siga avanzando a dos velocidades.