Sentimiento flamenco en Tarragona

Jesús Blanco, alma de La Herrería, pone pasión 
y duende en los tablaos, que son su razón de ser

06 febrero 2020 07:20 | Actualizado a 07 febrero 2020 07:15
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«Kintsugi es una técnica de recomponer la cerámica. En Japón, cuando se rompe un jarrón, no lo barren y lo tiran como podemos hacer nosotros. Con todo el respeto y el arte del mundo, lo vuelven a pegar con polvo de oro, lo que provoca que se enganche más fuerte que antes y quede más bello. Y cada grieta es como su cicatriz. Como la porcelana, en el ser humano ocurre lo mismo. Es el camino de la vida. Se quedan cicatrices en la piel y en corazón, situaciones que nos rompen».

Kintsugi es uno de los espectáculos propuestos por el bailaor tarraconense Jesús Blanco para esta segunda edición del Festival Sona Flamenc, que se celebra hasta el 16 de este mes. Es el resultado del dolor personal y de unas inquietudes llevadas al escenario. «Necesitaba contar lo que sentía. No me lo podía quedar dentro. Es un espectáculo junto con el músico Gerard Marsal, que lleva muchísimos años en el flamenco y está introduciéndose en muchas otras cosas como el jazz y ahora, la electrónica».

A pesar de que Blanco es el alma del tablao flamenco La Herrería, Kintsugi se pondrá en escena en El Magatzem. «Es donde tengo las condiciones idóneas para transmitir lo que quiero. Es danza, no baile flamenco tradicional y cuando salgo al escenario tengo la sensación de que paro el tiempo. Simplemente consiste en estar presente», comenta Jesús, en una clara alusión a las múltiples distracciones de la sociedad actual.

La Herrería, no obstante, sí que acogerá algunos de los espectáculos detacados del programa. El primero, este domingo, una noche de flamenco tradicional con la bailaora Cristina Aguilera y el propio Blanco, Juanjo de Nayeli y Abraham Jiménez al cante con Eugenio Santiago a la guitarra. «Un cuadro de primera», resalta Blanco, en un tablao que es para el bailaor «crecimiento personal a todos los niveles. Un lugar acogedor de grandes artistas y donde otros también se pueden formar».

Esa Herrería donde se respira pasión flamenca le debe el nombre a los cantes de la fragua, entonados mientras se le daba forma al hierro. «Hijo de herrero», como destaca en su página web (tablaolaherreria.com/la-herreria-jesus-blanco/), le rinde de esta forma homenaje a su padre, a su familia, que no siempre supo ni pudo entender las inquietudes artísticas del por aquel entonces un niño con muchos miedos. «A mis padres los amo con todas mis fuerzas, les agradezco que me hayan dado la vida para poder disfrutar de muchas cosas. Pero también he sufrido porque no siempre he sido entendido. Y ahora puedo decir que fruto del sufrimiento estoy haciendo una transformación total en la que, aunque el sentimiento sigue ahí, te descubres a ti mismo y eso es muy bonito», apunta el tarraconense.

Blanco lleva pisando los tablaos desde la niñez, tras haber pasado por los deportes clásicos infantiles como el fútbol o el kárate, actividades extraescolares que, como señala, «me gustaban, pero yo tenía una sensibilidad especial. Todo empezó cuando mi madre se apuntó a bailar sevillanas. Yo, que en un principio no quería acompañarla, le dije que iría para demostrarle lo equivocada que estaba», cuenta ahora, años después, con una sonrisa, consciente de lo que significó aquello para él. Una vocación y una carrera, con un maestro, Iván Góngora, que le hizo descubrir, «que puedo ser feliz, que puedo vivir y pasar todos los días de mi vida disfrutando de lo que a mí me gusta».

El Festival Sona Flamenc es para Blanco «un regalo en el que nos tenemos que implicar todos los profesionales. Tenemos que hablar de positividad, de que la gente, sobre todo los más jóvenes, puedan aportar cosas», para que el certamen siga creciendo en futuras ediciones.

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