Esparcir teorías de las conspiración e informaciones falsas se ha convertido en un negocio muy lucrativo. Un estudio reciente de la Universidad La Sapienza (Roma) titulado The Conspiracy Money Machine (La máquina de hacer dinero de la conspiración) ha analizado los métodos de financiación de 17.144 canales de Telegram relacionados con estas teorías, 1.328 de los cuales, en español. Con reclamos como ‘información alternativa sin censura’ o ‘periodismo para mentes cósmicas’, estos canales distribuyen diariamente cientos de mensajes falsos, un ‘esfuerzo’, aluden sus promotores, para el cual necesitan apoyo económico.
Los autores del estudio identificaron varias opciones de pago que se promocionan en estos canales de Telegram. Desde transferencias bancarias, bizum, tiendas online en las que venden camisetas o tazas con este tipo de propaganda conspiranoica, hasta suscripciones mensuales a través de apps como Patreon, donaciones esporádicas en Paypal, y campañas de micromecenazgo (crowdfunding) en GiveSendGo y GoFundMe. Sólo en este último modo de pago, el crowdfunding, los más de diecisiete mil canales analizados llegaron a acumular 84,7 millones de euros de casi un millón de contribuyentes. En este mismo apartado, los canales españoles recaudaron 1,6 millones de euros.
Estas cifras representan sólo una parte del dinero que obtienen estos canales conspiranoicos a través de sus actividades en Telegram. Sin embargo, también existe todo un ecosistema de anuncios e informaciones falsas que se difunden en páginas web con apariencia de medios tradicionales.
Esta semana he tenido la oportunidad de dar una conferencia en la European University Institute (EUI), en Florencia, sobre la instrumentalización de la amenaza en las campañas de desinformación. Dentro del ciclo de conferencias organizado por la fundación EMIF, llamó mi atención la ponencia que dio el profesor Luis Espinosa Anke de la universidad de Cardiff, en Gales, sobre los mecanismos de monetización de periódicos online que han estado relacionados con la desinformación de alguna manera. Es decir, cuyas informaciones han sido verificadas como falsas o cuyo contenido incluye un alto grado de subjetividad, toxicidad y clickbait.
Varios investigadores de Blanquerna –universidad que colabora en este estudio– visitaron en modo incógnito la versión online de estos medios con el objetivo de identificar el tipo de anuncios que se muestran y la ubicación de los mismos en la web. En paralelo, también hicieron un análisis del contenido de las noticias en las que esos anuncios habían aparecido para saber si el tema del artículo iba asociado al producto que se vendía.
Uno de los resultados que más les sorprendió, me explicaba Luis en una breve conversación en elpatio central de la EUI fue la presencia de campañas políticas de partidos de la extrema derecha, tanto españoles como austríacos, en los espacios dedicados a los productos comerciales. Se puede entender que aparecieran anuncios de partidos ultranacionalistas españoles ya que el comercio online funciona básicamente por geolocalización, pero es más difícil de explicar cómo la propaganda del partido de ultraderecha de Austria también aparecía en las mismas páginas, en los espacios dedicados a los anuncios, a no ser que fuera por una decisión consciente de los propios periódicos.
El estudio liderado por Espinosa Anke, titulado Neutralising Economics Rewards of Disinformation, también identificó los mismos mecanismos alternativos de financiación observados en el estudio de la universidad La Sapienza tales como las donaciones en la plataforma Buy Me a Coffee con reclamos del estilo: ‘Estarás apoyando a un publicación que va a contracorriente’, en el que se presentan a ellos mismos como estandartes de la verdad en un lucha desigual entre David (ellos) y Goliath (el ‘sistema’).
Llegado a este punto, algún lector escéptico puede exclamar: ‘¡Pero los medios también tienen suscriptores!’. Cierto, los tienen. Pero los medios hacen un trabajo para validar las fuentes y verificar la información que posteriormente publican. Estos canales se limitan a difundir información falsa que mezclan con tintes de elocuencia para revestir la mentira con una pátina de credibilidad. Sin embargo, y a riesgo de parafrasear en exceso el refranero español, por mucho que la mentira se vista de seda, mentira se queda.