Nadal, confinado en la Polinesia

Sociedad. El velero Miuroc-Tu, del que forma parte el exalcalde, completó en Tahití la cuarta etapa de su vuelta al mundo... sin tocar tierra por la Covid-19. Volvieron el martes

26 abril 2020 21:00 | Actualizado a 27 abril 2020 10:01
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La cuarta etapa de la vuelta al mundo del velero tarraconense Miuroc-Tu vivió toda una tormenta perfecta. Tuvo de todo. Covid-19, lesionados y una odisea final para poder volver a casa. La aventura del exalcalde Joan Miquel Nadal, Urbano Rifaterra, Javier Rigau y Raimon Domènech se inició a finales de febrero, cuando partieron en avión hacia Panamá, lugar donde acabó la tercera fase de su recorrido y en el que tenían su velero modelo Jeanneau 57 –de 17,7 metros de eslora– esperándoles.

Salieron de la república de la América Central el 2 de marzo –cuando la crisis del coronavirus aún no se había explotado en el Estado español– pasado por Ecuador y las Islas Galápagos para llegar hasta la Polinesia francesa, a Papeete y Tahití. En total, unas 5.500 millas o, lo que es lo mismo, unos 10.000 kilómetros.

La primera parte del recorrido duró 21 días. «Cuando llegamos a la Polinesia francesa no nos dejaron entrar», recuerda el capitán de la embarcación, el arquitecto y empresario, Urbano Rifaterra. En efecto, el estado de alarma en España se decretó el 14 de marzo, y fue entonces cuando muchos países frenaron la llegada de foráneos y, especialmente, de ciudadanos donde el coronavirus estaba ocasionando una especial afectación. «Allí no tenían ningún fallecido y solo 40 contagiados, por lo que eran muy estrictos ante el peligro de poder perder la temporada turística, ya que allí viven de esto. Solo podíamos salir a comprar con una autorización oficial, al estilo de lo que hay aquí en Catalunya», asegura Rifaterra. Por ello, los cuatro marineros tuvieron que pasar la práctica totalidad del viaje a bordo. «He acabado muy cansado y agotado mentalmente. Tenga en cuenta que en breve cumplo 70 años», indica Nadal, quien reconoce que «no entendíamos nada de lo que estaba pasando nuestra familia mientras nosotros estábamos en el mar. Cuando nos fuimos nadie pensaba que a Covid-19 tendrá toda las consecuencias que está teniendo».

«La navegación por el Pacífico es mucho más dura que el Atlántico. Los vientos son mucho más fuertes», resalta Rifaterra. Y en medio de toda esta situación, sucedió el «percance». Cuando estaba cocinando, una ola transversal cogió por sorpresa a Domènech, quien al caer se rompió el brazo por el humero. Imagínense la situación: con la extremidad fracturada y la clavícula salida en el Pacífico. «Le recolocamos y le hicimos los primeros auxilios, con la ayuda por satélite del doctor Llovet, de Tarragona», recuerda el capitán de la tripulación, quien indica que al llegar a las Islas Marquesas pudieron ir a un centro médico, donde le inmovilizaron para aguantar el tramo final para operarse «en casa».

Había estado en Tahití desde el 15 de abril, 45 días después de su partida. Se aproximaba el momento de volver, pero... ¿cómo? El aeropuerto estaba cerrado por la Covid-19. «El equipo de tierra, que estaba en Tarragona, nos encontró un vuelo del gobierno francés que salía una vez por semana... ¡y, después de esperar, tuvimos lugar!», recuerda Rifaterra, a lo que Nadal añade: «Muy poca gente quería volver a Francia por la situación que veían por la televisión». Tomaron el vuelo el domingo 19 y, por el cambio horario, llegaron a París el martes 21. Pese a ello, no había ningún enlace con Barcelona, por lo que viajaron a Londres «con solo seis pasajeros, cuatro de los cuales éramos nosotros», cuenta Nadal ya desde Tarragona, preparando la próxima etapa: las Islas Fiji.

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