Basta con verlos conversando para darse cuenta de que entre ellos hay una potente corriente de simpatía. Núria Rivas Pomerol (29 años) y Babacarr ‘Baba’ Touray (19 años) se conocieron en julio del año pasado gracias al programa Ambtu de la Associació Quilòmetre Zero. Son mentora y mentorado y Baba resume el papel que ella tiene para él: «Núria es muy importante para mí, necesito sus ideas y sus consejos en mi vida».
Él se enteró del programa por pura curiosidad, porque escuchaba a un compatriota hablar continuamente de su mentora.
Ella, por su parte, es maestra de infantil. Venía de vivir cinco años en Estados Unidos y se había dado cuenta de que «tenemos un problema con el racismo y quería saber más, hacer algo». Así fue como conoció la asociación y comenzó su formación para convertirse en mentora.
Cuando se conocieron ambos vieron que tenían cosas en común, como el gusto por el deporte y que ambos son muy sociables. Comenzaron a quedar una vez a la semana para ir a la playa, a la colla castellera de ella, de calçotada, al cine, a un partido de baloncesto, a la biblioteca, para hacer el currículum... Cuenta Núria que la experiencia le ha servido para crecer a nivel personal y para darse cuenta de que «hay cosas que forman parte de tu vida que das por sentado que todo el mundo las ha tenido y no es así».
Recuerda, por ejemplo, la cara de Baba cuando fue a la biblioteca «era como un niño pequeño, estaba feliz... Pero a la vez es una persona a quien le ha tocado madurar rápido». A ella todavía le sorprende su entereza, porque ha vivido momentos muy duros para llegar aquí y lo ha hecho, además, lejos de su familia. Está convencida de que muchas personas cambiarían su percepción sobre la inmigración si pudieran compartir con personas como Baba.
Pese a que han hecho actividades de todo tipo, si se les pregunta cuál es la que más recuerda, Baba responde enseguida: «Cuando Núria me llevó a conocer a su familia, eso nunca lo olvidaré».
El programa de mentoría ya ha acabado, pero los dos siguen en contacto. Actualmente, gracias a un programa de formación y trabajo del Ayuntamiento de Tarragona, Baba trabaja en el mantenimiento de varias escuelas públicas de la ciudad, un trabajo que le encanta. Explica sonriente que los niños siempre se acercan a él «y así puedo practicar mi catalán». Conocer a Núria lo ayudó en un momento clave a nivel emocional y le ayudó a ampliar su círculo más allá de los técnicos que trabajan con él y de otros chicos que están en una situación parecida.
El poder de tener un referente
Hoy es el Día de las Personas Mentoras, una fecha impulsada por la Coordinadora de Mentoría Social, una red formada por 25 entidades de todo el Estado, entre ellas la tarraconense Quilòmetre Zero.
Raquel Carrión, directora de la coordinadora, reconoce que la figura del mentor todavía es poco conocida, aunque a nivel estatal hay activos más de 37 proyectos, muchos en Catalunya, el País Vasco y Navarra.
Para entenderlo mejor Carrión dice que basta con recordar que todos, en algún momento de nuestra vida, hemos tenido a una persona referente: un maestro, un padre, un hermano, un amigo... Que nos ha ayudado en momentos difíciles y que nos ha acompañado a tomar decisiones. Explica que se calcula que en un entorno favorable el 85% de las personas tienen referentes naturales, mientras que en entornos desfavorecidos solo los tienen un 35%.
De lo que se trata entonces es de provocar las relaciones que no se dan en una sociedad cada vez más individualista. La mayoría de los programas de mentoría social se suelen centrar en momentos de transición, como por ejemplo el paso de la primaria a la secundaria, jóvenes ex tutelados que deben enfrentar la vida adulta, personas migrantes que llegan a una nueva cultura o mujeres que han sobrevivido a la violencia doméstica y deben comenzar nuevas trayectorias.
Se trata, en muchos casos, de personas que cuentan con profesionales del ámbito social o educativo que trabajan en su beneficio, pero está demostrado que contar con la compañía de un mentor hace que el impacto positivo sea el doble.
Las administraciones, explica, comienzan a entender la importancia de la mentoría y desde la Generalitat, por ejemplo, ya se están incorporando programas para la acogida de personas solicitantes de asilo o para mejorar el éxito educativo. Con todo, señala, la aportación económica de las administraciones para las entidades sigue siendo escasa.
Y es que para hacer mentoría de calidad se necesitan recursos; técnicos que se encargan de elegir a las parejas, de hacerles seguimiento y de formar a los mentores para que desarrollen bien su papel.
La coordinadora también se ha ocupado de medir el impacto de la mentoría. Actualmente están trabajando para conocer los beneficios a nivel de bienestar emocional que tiene la mentoría tanto durante la relación como después.
Se necesitan voluntarios
En Tarragona la Associació Quilòmetre Zero trabaja en la mentoría social desde 2013. El programa que han desarrollado durante más tiempo es el Projecte Rossinyol en el que estudiantes universitarios o de FP acompañan a alumnos que están pasando de primaria a secundaria. Este año llega a su edición número 11 y formarán 90 parejas en Tarragona, Cambrils, Valls, Vilaseca, La Canonja y Reus.
Ambtu, el programa en el que participaron Núria y Baba, está en su sexta edición y se espera formar 25 parejas de jóvenes extutelados o en situación de vulnerabilidad y adultos. Para ambos proyectos todavía se necesitan voluntarios.
Sara Camarasa, técnica del programa Ambtu, destaca que la experiencia permite, sobre todo, que los jóvenes aumenten su círculo social y por ende, sus oportunidades en todos los sentidos. «Recuerdo que un día un chico comentó que participar en el programa era ver como se abren puertas. Me pareció un buen resumen», dice.