«No quería venir, pero al final me he animado. Si fuera por los políticos no saldría a la calle. El independentismo está desinchadísimo por su culpa». Así de contundente se mostraba ayer Maria del Carme Galán justo antes de dar inicio la manifestación organizada por la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y Òmnium Cultural en Tarragona.
Galán, que prácticamente no ha fallado en ninguna Diada desde el año 2012, acudió a la cita anual del Onze de Setembre acompañada por Josepa Garrober y Montserrat Serber. «Venimos desde El Vendrell. Otros años había siete buses, pero este año solo uno», indicaba, a la vez que Garrober añadía que «la gente de siempre sigue aquí, pero faltan jóvenes».
Efectivamente, el perfil de las más de 3.000 personas –5.000 según la ANC– que ayer se concentraron en Tarragona era la de gente de más de 50 años. Poca juventud, pese a que el conductor del acto, Jordi Pesarrodona, enfatizaba lo contrario. Nada más lejos que la realidad: el independentismo tiene pasado inmediato y menos fuerza presente, aunque todavía aguanta. Sin embargo, tiene un evidente peligro en el horizonte: el relevo generacional. Y no solo en los partidos.
«Creo que tenía que venir, pero es verdad que la gente de mi edad no está interesada. Esta manifestación se ve más para los padres. Es una lástima», recalcaba Jordi, de 19 años.
«Evitar la división»
La de ayer era la Diada más complicada para el independentismo desde el año 2012. Con Salvador Illa (PSC) como President de la Generalitat, y Rubén Viñuales y Sandra Guaita en las alcaldías de las dos principales ciudades de la demarcación –Tarragona y Reus-, el soberanismo busca vías para encontrar la luz al final del túnel en el que parece haber entrado desde hace tiempo.
«Es un tema de paciencia, el camino es largo. Nos daban por muertos, pero aquí estamos. Lo que pasa es que los partidos no están a la altura, solo miran por sus intereses», criticaba Gabriel Salvat, vecino del Serrallo. Por su parte, Laura –de Tarragona– espera que la reactivación del soberanismo «venga desde las entidades, porque de los partidos no podemos esperar nada. Estoy muy decepcionada», lamentaba.
¿Y qué dicen los partidos? «Debemos seguir al peu del canó. La situación es compleja, estamos fragmentados y con un President que en su discurso parece que quiere unirnos más a España. Debemos estar al lado de la entidades y evitar la división entre la sociedad civil y los partidos», afirmó el diputado de Junts Jordi Bertran.
La presidenta de la Federació de ERC en el Camp de Tarragona, Ester Alberich, cree que «todos los agentes del movimiento independentista debemos hacer una lectura crítica de nuestros aciertos y de nuestros errores, porque el objetivo sigue siendo la independencia y unos Països Catalans libres».
Tornem als carrers’
Con Junts, ERC y CUP en la oposición tras perder por primera vez la mayoría desde 2010, el independentismo busca volver a los orígenes: tirar del carro desde la ANC y Òmnium, las dos entidades que lograron la unidad en el independentismo hace una década –con Carme Forcadell y Muriel Casals– y que se materializó en Junts pel Sí. Por ello, el lema de este año era Tornem als carrers, en referencia a la movilización ciudadana que se logró en la cúspide del procés en el 2017 a las puertas del referéndum del 1 d’Octubre.
En Tarragona, la diada discurrió entre el Passeig de les Palmeres y el tramo de la Rambla con la calle Canyelles, en el Monument als Herois del 1811. Allí, el secretario nacional de la ANC, Jordi Pesarrodona, condujo el acto, que se centró en el caos ferroviario con la presencia de la portavoz de Dignitat a les Vies, Ana Gómez. «Hemos pasado de la revolució dels somriures a la dels indignats. Sin desobediencia no habrá independencia. No queremos una financiación singular, lo queremos todo», recalcó Pesarrodona en una clara crítica a ERC, mientras que Gómez detalló que su entidad «siempre apoyará los actos que defiendan las vías».
¿Y ahora qué? Esta es la gran pregunta que se hacían ayer los manifestantes, que temen que el soberanismo político esté iniciando justo ahora una travesía por el desierto con un PSC dominando las principales instituciones catalanas y unos partidos independentistas más pendientes de batallas internas que de escuchar a la gente que ayer, contra viento y marea, volvió a salir a la calle para exigir la unidad perdida tras el 1 d’Octubre.