La movilidad siempre ha sido uno de los principales problemas que sufren a diario los empresarios y trabajadores del polígono Riu Clar. Su ubicación, a escasos metros de la entrada a la autopista y de uno de los accesos de la autovía A-27, ha sido uno de los motivos de desarrollo de esta zona industrial. Pese a ello, desde que se levantaron las barreras de peaje de la AP-7 el 1 de septiembre del año pasado, los usuarios de esta vía se han incrementado notablemente lo que hace que llegar al polígono se convierta en un suplicio para muchas de estas personas que van a trabajar.
«Siempre ha habido mucho tráfico, pero desde el levantamiento de las barreras ha ido a más y lo que pasa es que se colapsa la rotonda de acceso a la autopista y las colas llegan hasta la segunda rotonda, la de entrada al polígono», afirma el presidente de l’Associació d’Empresaris del Polígon Riu Clar, Albert Franquès.
Estos accesos no tan solo los utilizan buena parte de los cerca de 1.800 trabajadores que tiene esta zona industrial, además de los camiones que esta mueve, sino que también pasan por allí los vehículos que se incorporan a la autopista y los que siguen en dirección a Valls. Asimismo, a través del polígono entran muchos de los camiones y vehículos que van hacia el polígono de Constantí, una zona industrial que en los últimos tiempos ha crecido mucho y que tiene importantes inversiones que deben materializarse en los próximos tiempos, con nuevas empresas pendientes de instalarse.
Una de estas inversiones es la que tiene previsto hacer la cadena de distribución Lidl, que ha anunciado la construcción de una nueva plataforma logística en una parcela de 185.000 metros cuadrados que entrará en funcionamiento a partir de 2026. «Se ubicará en el término municipal de Constantí pero estará detrás de Les Gavarres y aún no sabemos por dónde irán los camiones y si también tendrán que pasar por aquí», dice Franquès.
Los empresarios afirman que es un problema «de difícil solución» y que, cuando se materialicen algunas de estas inversiones, «irá a más», lo que hace que se imponga la resignación. «Hay días en los que la caravana llega de una rotonda a la otra», afirma Franquès. Pese a ello, muchos de estos conductores prefieren esta salida a la de la T-11, que aseguran que es un «caos» desde que se pintó la turborotonda y teniendo en cuenta que en esta dirección se cortó el acceso hacia Barcelona porque se consideró que «era peligroso».
Los accesos son uno de los problemas del polígono Riu Clar, aunque la Associació d’Empresaris asegura que no es el único ya que algunos de estos camiones cruzan a gran velocidad por el interior del polígono o tienen dificultades para encontrar su destinación por culpa de una señalización «deficiente». «Es una cosa tan sencilla como poner el nombre de las calles y el número de la parcela, pero no hay forma de que se ejecute», señala. Esto es uno de los temas que el Ayuntamiento de Tarragona está en vías de resolución y debe licitarse un contrato sobre al respecto en los próximos meses.
Los polígonos industriales siempre se han sentido los grandes olvidados de la ciudad, después de años de nula inversión y ausencia total de mantenimiento. «Contribuimos mucho y el retorno es escaso», dice Franquès. Este malestar se abordó con la creación de la Taula de Polígons, en la que los representantes de las empresas se reúnen con las diferentes áreas del Ayuntamiento y que principalmente abordan cuestiones como la movilidad y la limpieza. Sobre esta última, los afectados aseguran que ha habido una mejora en cuanto a los vertederos ilegales y que la interlocución directa con la administración local permite que cada vez que haya una incidencia esta pueda comunicarse y se resuelva. Aunque en cuestiones de limpieza, Franquès explica que también hay margen de mejora. «Con el contrato actual el polígono no entra, porque este se recepcionó en el año 2000 y, por tanto, ahora hay una empresa que hace la limpieza de las calles o otra que se hace los parterres. Es absurdo», apunta Franquès.
Esta falta de coordinación entre las dos empresas hace que algunas funciones, como la limpieza de los sumideros o del Riu Clar sea «insuficiente», lo que genera riesgo de inundaciones en días de intensa lluvia. «Si paseara la brigada por aquí se daría cuenta de que hay decenas de señales que están torcidas. Una cosa es que los requisitos de mantenimiento sean inferiores a los de la Rambla, pero al final debemos conseguir que los polígonos también sean ciudad», concluye Franquès. Con una superficie de más de 112 hectáreas, el polígono Riu Clar se construyó en el año 1980 y prácticamente está todo ocupado, a excepción de dos parcelas. La ampliación estaba prevista en una nueva fase en los terrenos del plan parcial 38.