«¿Buscando un ligue? Este es Pablo: deportista, carismático, seguro de sí mismo y tiene clamidia, pero no lo sabe». Es lo que dice de un anuncio de condones que puede verse por estos días en televisión y que también tiene una versión femenina: «Esta es Clara, alegre, romántica, encantadora, y tiene gonorrea, pero no lo sabe».
Filón comercial aparte, lo cierto es que advierte sobre una realidad constatable con cifras: las infecciones de transmisión sexual no han parado de crecer en los últimos años. Según los datos del Centre d’Estudis Epidemiològics sobre les Infeccions de Transmissió Sexual i Sida de Catalunya, CEEISCAT, en la región sanitaria del Camp de Tarragona los casos de sífilis han aumentado un 237% en 10 años, los de gonorrea un 458%, los de clamidia un 51% y los de herpes simple un 1.660%.
Pero las cifras solo hablan de los casos diagnosticados, no del número real de personas que, como las del anuncio, tienen una infección pero no lo saben.
Justamente con el fin de intentar de interrumpir la cadena de transmisión de unas infecciones que son altamente contagiosas, se creó en el ASSIR de Tarragona la Unitat d’expertesa d’estudi de contactes, UEEC, una consulta especializada en localizar y asesorar a las personas que han tenido contacto sexual con las personas a las que se les ha diagnosticado una ITS (Infección de transmisión sexual).
Las responsables de la unidad , UEEC, de ASSIR Tarragona, Montserrat Carreras y Judit Bertran aclaran que se habla de infecciones y no de enfermedades porque un buen porcentaje de los afectados puede no tener ningún tipo de síntomas de la infección pero sí que puede transmitirla.
Del caso indice, al contacto
Lo que suele suceder cuando alguien recibe un diagnóstico de una ITS (generalmente porque presenta síntomas) bien sea de su médico de cabecera o en el hospital, es que se le pauta tratamiento. Allí puede acabar la enfermedad para esa persona pero no se corta la cadena de contagio.
Y es aquí donde entra en acción la unidad, UEEC, que se creó hace dos años para atajar lo que ambas matronas recuerdan es un problema de salud pública: el médico que hace el diagnóstico remite a los pacientes a la unidad para poder poner a sus contactos sexuales en conocimiento de la situación y cortar la propagación.
Se trata de un acto voluntario y además de los pacientes que son remitidos por el médico también puede acceder cualquier persona que tenga sospechas, por ejemplo, de que una pareja sexual con la que ha estado tiene una ITS. Independientemente de donde se viva, los pacientes pueden acudir al ASSIR de Tarragona, Reus o Valls a ser atendidos.
Informar, no juzgar
Cuando el ‘paciente 0’ o caso índice, al que se le ha diagnosticado una infección llega a la consulta, le asesoran sobre la importancia de que se ponga en contacto con sus parejas sexuales. Aunque puede resultar incómoda, reconocen que es la situación ideal: que sea la persona quien avise a sus contactos de que deben acudir a hacerse las pruebas.
No obstante, avisar de esta forma no siempre es posible, porque puede que la persona no quiera volver a hablar con su contacto cuando, por ejemplo, hay una ruptura sentimental. En este caso les da el teléfono de los contactos a las profesionales de la consulta quienes se encargan de hacer la llamada, siempre guardando la identidad del caso índice.
Tanto Carreras como Bertran reconocen que la reacción no siempre es buena, hay quien niega haber estado en una situación de riesgo, pero en general las personas entienden que se trata de un problema que atañe a su salud. Destacan que, aunque el tratamiento para las infecciones de transmisión sexual suele ser muy efectivo, si no se las trata pueden ser causantes de otros problemas de salud importantes (El VIH también es una ITS) y de esterilidad.
Cuando el contacto acude a la consulta allí mismo se le realizan las pruebas y después, si es necesario, con la colaboración de la consulta de ginecología y/o la de medicina de familia se indica el tratamiento. También se le dan recomendaciones para tener relaciones seguras. Desde la creación de la consulta en septiembre de 2016 y hasta julio de 2018 la unidad, UEEC, ha atendido a 582 personas y el año pasado se dobló el número de respecto al año anterior. De ellos el 34% resultó estar infectado. «En esos casos toca volver a empezar» explican. Es decir, estudiar otra vez la red de contactos de la persona que ha dado positivo.
No hay un perfil específico
Consultadas sobre el perfil de las personas que atienden, las matronas comentan que no hay un perfil predefinido. La clave, apuntan es respetar, no poner etiquetas ni hacer juicios de valor. «Hay que naturalizar y desestigmatizar» la situación, dicen; ser conscientes de que a cualquier persona, independientemente de su edad u orientación, si es sexualmente activa, le puede pasar.
Sólo está claro que hay un repunte de clamidia en mujeres menores de 25 años, pero nada más. A partir de allí tienen pacientes «desde quince hasta sesenta y tantos años». Han atendido desde una persona muy joven que adquirió una infección en su primera relación, pasando por otras, también jóvenes, que van alternando parejas en exclusiva pero por cortos períodos, hasta personas de mediana edad, separadas, que no tenían costumbre de usar condón y ni sospechaban que se encontraban en riesgo de contagio. En todos los casos, recuerdan, el preservativo es la única herramienta disponible.
También hacen un llamado a consultar con naturalidad. La coordinadora del ASSIR de Tarragona, Gemma March, explica que hay que transmitir a la población que los ASSIR (Atenció a la salut sexual i reproductiva) aunque popularmente son asociados a la atención ginecológica, están especializados en atender tanto a hombres como a mujeres en todo lo relacionado con su salud sexual.