Hace ocho años el Col·legi d’Arquitectes de Catalunya en Tarragona recibió el encargo, por parte de la Diputació de Tarragona, de elaborar las bases del concurso público para definir el futuro del preventorio de la Savinosa. Desde entonces este colectivo siempre ha tenido un papel proactivo alrededor de este espacio, que ayer volvía a ponerse de manifiesto en una jornada en la que se debatió, bajo consideraciones técnicas y no políticas, el futuro de este lugar.
La posición de este organismo es clara. «No queremos que sea el día de la marmota. Necesitamos que nuestros políticos hagan algo de forma determinada para hallar soluciones», decía su presidente, Jordi Romeva. El debate se ha reactivado en los últimos tiempos a raíz de la propuesta que presentó hace unos meses la Diputació, un proyecto que, como pudo verse, tiene tanto partidarios como detractores.
Jordi Perea fue el encargado de abrir la sesión, con una síntesis de este proyecto que se conocía hace unos meses y que prevé la creación de un hub cultural y educativo abierto a la ciudadanía. «Es un programa con una relevancia y un impacto social para el conjunto del Camp de Tarragona, apostando por la preservación del conjunto», decía.
La propuesta hace referencia a la recuperación de los edificios, que en total suman una superficie de 10.000 metros cuadrados, a los que se sumaría una ampliación de otros 8.000 metros cuadrados, sobre una total de 66.000. Esto representa que «el 70% de la finca pasará a quedar abierta», decía Perea.
Jaume Mutlló, del equipo redactor del proyecto por parte de la Diputació, aseguró que esta ampliación se prevé en base a «establecer un diálogo que permita conjugar la nueva arquitectura, mucho más flexible, con las edificaciones existentes». Mutlló defendió que «nuestro interés siempre ha sido el de preservar los valores naturales de la finca». Asimismo, insistió en que esta es una «apuesta de futuro» y que «estamos en el punto de partida».
Por su parte, Ferran Grau ponía como ejemplo algunas de las actuaciones que se han hecho como en el caso de La Model de Barcelona y apuntó la necesidad de «empezar a actuar ya y definir unas fases que nos permitan empezar a hacer algo».
La nota discordante la ponía Lluís Gurrera, de la plataforma SOS Costa i Camp de Tarragona, que defiende «deconstruir» los edificios, preservando tan solo un espacio como centro para la memoria histórica y un centro de interpretación de la Anella Verda i Blava. «Consideramos que es la joya de la corona, un segundo Bosc de la Marquesa».
Los ecologistas quieren reducir la presión antrópica sobre este entorno, recuperando el sabinar y preservando el limonium. Su punto de vista contrastaba con la de los arquitectos, que defienden el valor arquitectónico de la obra de Francesc Monravà, que está catalogada como Bé Cultural d’Interès Local, a pesar de que casi lleva 50 años cerrado. Y, aunque las posturas estaban alejadas, una de las cuestiones que generó más dudas fue el hecho que se pretenda incrementar la edificabilidad de este entorno. «La voluntad y el interés es que aquí pasen cosas», concluía Romeva.