La Torre Minerva, kilómetro 0 de la muralla de Tarraco

Esta estructura de defensa representa un conjunto excepcional con un gran valor

12 junio 2021 19:00 | Actualizado a 13 junio 2021 07:08
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Un dron empezó a recoger esta semana las primeras imágenes exteriores del estado de conservación de la Torre de Minerva. La actuación suponía el punto de partida del exhaustivo estudio que va a llevarse a cabo en esta construcción, integrada dentro de la muralla, y que es una de las ‘joyas’ más desconocidas del patrimonio monumental de Tarraco.

En las próximas semanas un escáner 3D permitirá conocer nuevos datos, tanto del interior como del exterior de la torre, como del relieve de la diosa Minerva, que se conserva en la parte superior. Geólogos, biólogos, epigrafistas y especialistas en historia del arte antiguo, entre otros, participarán en este ambicioso proyecto, cuyo objetivo es recuperar una construcción, que es la más antigua del mundo romano fuera de Italia.

Para conocer en profundidad esta torre hay que retroceder hasta inicios del siglo II a.C. En el año 218 a.C., una pequeña guarnición romana llegó a lo que posteriormente sería Tarraco, para combatir a Aníbal. Tras finalizar la segunda Guerra Púnica, en el año 206 a.C., Tarragona se convirtió en la capital de facto de la conquista. Poco a poco, los romanos empezaron a establecer un primer campamento en precario, y a asentarse en Hispania.

Este primer asentamiento se estableció en las inmediaciones de lo que hoy es la torre de Minerva. «Es la cota 72,5 sobre el nivel del mar, la cima de Tarragona», indica el catedrático de Arqueología Clásica de la URV, Joaquín Ruiz de Arbulo. Es el punto en el que comenzó a construirse la muralla. «La zona cero», según indica el arqueólogo municipal, Joan Menchón. La elección «no fue casualidad». La construcción mira en dirección noreste, de forma que los viajeros que llegaban por la Vía Heraclea «veían la colina y al fondo una torre decorada con un relieve con una figura femenina, que es la diosa Minerva, que protege a la ciudad y al viajero que llega», añade Ruiz de Arbulo. Era la custos urbis, la diosa protectora, encargada de controlar y proteger la puerta que había a su lado, por la que entraban los recién llegados.

En el interior de la torre se conserva la primera inscripción latina de la Península Ibérica

La torre estaba dedicada a la artillería de la época, es decir a las catapultas. El interior era hueco, con aspilleras en las que se colocaban los instrumentos de defensa, de forma que permitía proteger los paramentos intermedios de un posible ataque del enemigo.

La estructura muestra varios elementos de interés más allá de la parte del relieve que se conserva. Algunos de estos se intuyen. Así, debajo de la figura aparecen dos hiladas de sillares planos en los que se intuye que tenía que haber una tabula, con una inscripción dedicada a estos viajeros. El contenido se desconoce. «Podía ser una inscripción, con una dedicatoria a Minerva, o que podía tener que ver con el campamento militar que entonces había allí», añade este investigador de la URV y del ICAC. Esta debemos imaginárnosla policromada, igual que lo fue en su momento el relieve. También desde el exterior, puede observarse que en los sillares de la base ubicados en la esquina de la muralla aparecen dos cabezas grabadas. Una imagen que también puede verse en otro de los megalitos de la cara delantera. «Son cabezas cortadas de los enemigos en el combate, pasadas a piedra, recordando la tradición de los cráneos enclavados», sigue explicando Ruiz de Arbulo.

Primera inscripción

Aunque los elementos significativos no se acaban aquí. En el interior de la cámara de la torre hay un sillar que conserva la primera inscripción latina de la Península Ibérica. Ubicada en el lateral de una de las aspilleras, incluye un pequeño texto que fue grabado toscamente encima de un sillar antes de colocarlo, ya que aparece en posición invertida. El texto dice: «De Manios Vibios para la Menrva». Y es que la dedicatoria votiva no fue hecha en ofrenda a la diosa romana Minerva, sino a la etrusca Menerva.

Con todos estos elementos, Menchón asegura que este conjunto «es de una importancia histórica y arqueológica de primera categoría». Un punto de vista que comparte Ruiz de Arbulo, quien afirma que, además del punto de inicio de la construcción de la muralla, representa «el kilómetro cero de la romanización en Hispania».

Algunos de estos elementos se descubrieron con posterioridad. Y es que, entre los años 150 y 125 a.C., se amplió la muralla con una segunda fase, dejando la imagen de la diosa escondida y oculta entre las piedras. No fue hasta el año 1932, cuando a causa de unas filtraciones de agua en un depósito de las Oblatas, cedió una parte de la construcción, poniendo al descubierto el paramento hasta el momento oculto de una divinidad femenina armada.

Las intervenciones en esta parte de la muralla han sido puntuales. En los años setenta del siglo XX, el arqueólogo alemán Th. Hauschild llevó a cabo unas excavaciones que permitieron un profundo estudio del monumento, descubriendo la estructura interior de la torre, con el piso original, las aspilleras y la localización de la inscripción interior. Posteriormente, en el año 1991 se comprobó cómo estaba el relieve y se hizo un molde, que ahora se comparará con los datos que puedan obtenerse, para comparar si se ha deteriorado. «Quieras o no, el proceso de degradación es una cosa que nos preocupa», indica Menchón. El salitre y las partículas diesel suponen dos de los agentes más corrosivos para la piedra, que ahora se examinará detenidamente.

Esta iniciativa se ha puesto en marcha de forma conjunta entre el Ayuntamiento de Tarragona, la Fundació Obra Pia Montserrat (Arquebisbat de Tarragona) y la Fundació Mutua Catalana. Tres instituciones que colaboran en un proyecto de estas características, sin precedentes en la ciudad, y que, más allá de estudiar el estado de conservación y de documentarlo, finalizará con un proyecto de consolidación para evitar que este conjunto monumental siga degradándose. Una de las opciones que ahora mismo está encima de la mesa es ver si habrá que hacer nuevas excavaciones en el espacio. Asimismo, se planteará qué hay que hacer con el relieve. Todas las opciones están encima de la mesa. El concejal de Patrimoni, Hermán Pinedo, apuntaba hace unos días que en función de los datos obtenidos «se estudiará si dejarla, en el caso de que esté bien, o sacarla y hacer un molde para poner en el mismo sitio».

Para Ruiz de Arbulo, «quitarla y poner una copia va a desvirtuar el valor de la torre». Este especialista apunta a la necesidad de buscar soluciones técnicas de restauración, antes de la sustitución. Y es que, según el experto, debe prevalecer el hecho de que «hay pocas torres de otras murallas romanas conservadas en el mundo que tengan todos estos elementos».

Casualidades de la vida hicieron que la torre esté localizada a la altura del Portal del Carro, con la capilla de Sant Magí, patrón de Tarragona. «El espacio sigue teniendo el mismo culto, el de protector de la ciudad», concluye Menchón.

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