Cruzar la Plaça Corsini se ha convertido en un deporte de riesgo en los últimos años. Primero, debes encontrar un hueco entre tanta mesa y tanta silla para acceder al centro de la plaza. Y segundo, y no menos importante, conseguir llegar a la otra punta sin que un balón te vuele la cabeza.
Y es que lo que ocurre en esa plaza cada tarde es inaudito. Vaya por delante que estoy totalmente a favor de que los niños y niñas de Tarragona jueguen a pelota, al aire libre. Mil veces antes eso que encerrarse en casa con la play.
Ahora bien, de ahí a que utilicen el céntrico espacio como si fuera un campo de fútbol de 100 metros de largo, hay un mundo. Y por no hablar de aquellos que han encontrado el gusto en utilizar la fachada del edificio modernista –por cierto, protegido como bien cultural de interés local– como portería.
Desde que he sido madre ya ni me planteo atravesar la plaza. Me da miedo que un balón sin dueño se estampe contra el cochecito de mi bebé. No soy la única que siente esta preocupación.
Elena y José, un matrimonio octogenario que vive en la calle Governador González, me decían el otro día que ellos ya sufrieron en sus propias carnes lo que se siente al recibir un balonazo. Desde hace unas semanas han decidido evitar la Plaça Corsini y buscar un itinerario alternativo y más largo para llegar hasta el Mercat Central. No se la quieren volver a jugar.
Lo peor de todo es que la ordenanza de convivencia ciudadana –que regula el uso del espacio público de Tarragona– deja claro que en la Plaça Corsini no se puede chutar fuerte la pelota. El artículo 141 del texto dice textualmente que: «Los juegos infantiles se practicarán en zonas reservadas a tal efecto o, en ausencia de estas, en aquellos espacios públicos que no comporten un peligro para los practicantes o una molestia para el resto de usuarios (...)». ¿No hay duda alguna, verdad?
Revisando la ordenanza he encontrado otro artículo que también valdría la pena que se leyeran los padres de las criaturas futboleras. Dice algo así como que los padres, tutores o responsables de los menores velaran por el respeto al resto de ciudadanos. Pues eso.
La raíz del problema
Quizás sea necesario en este caso hacer una lectura más profunda e ir a la raíz del problema, que no es ningún otro que la falta de equipamientos deportivos y lúdicos que hay en el centro de Tarragona.
Es verdad que el gobierno municipal ha intentado poner remedio a esta problemática, abriendo los patios de cinco colegios públicos de la ciudad para que los niños y niñas puedan jugar al aire libre. Pero no es suficiente, y más teniendo en cuenta que estos patios solo se pueden utilizar durante los fines de semana.
Lo ideal sería que en la Plaça Corsini convivieran todas las actividades. Desde la de las terrazas, hasta la de los peatones, pasando incluso por la de los futbolistas amateurs. Para ello, lo único necesario es que impere el respeto, la educación y la paciencia.