«En la Part Alta queremos ser más que un escenario, más que un simple decorado», dice Joan Antón mientras toma un café con otros cuatro vecinos del barrio. Algunos solo se conocían gracias al grupo de WhatsApp al que se han ido sumando para hablar del tema del aparcamiento que en estos días se ha convertido en ‘el tema’.
La decisión del Ayuntamiento de Tarragona de cambiar las zonas de aparcamiento regulado, que supondrá que quienes tienen una tarjeta de residente deban ir a aparcar más lejos de lo que lo hacían hasta ahora, ha sido la gota que ha colmado el vaso. Todo pese a que el consistorio ha hecho una concesión ampliando las zonas donde podrán estacionar.
Pero la ampliación no ha servido para aplacar los ánimos. A los vecinos contar con unas plazas que, dicen, ya son muy concurridas, no les soluciona el problema y a algunos, como Joan, le hacen plantearse irse del barrio.
En su caso decidió venir a vivir aquí hace 20 años enamorado del barrio y por un motivo que comparten sus compañeros: porque era la oportunidad de vivir en una ciudad como quien lo hace en un pueblo. Pero lamenta que «en estos años no he visto más que degradación».
Sergi Angel llegó hace 17 años. Compró una casa y la restauró a capricho. «Vine porque me gusta vivir aquí. Pero es que no paramos; lo del aparcamiento no ha sido más que la última. Lo de la limpieza ya es tremendo. En fiestas mi calle se convierte en meadero y somos los vecinos quienes la limpiamos... Es como en una pareja, que el otro todo el rato te pone pegas y al final, aunque le quieras, te planteas dejarle. Siento que me están empujando a alquilar mi casa a un AirBnb e irme a un sitio más tranquilo».
En las mismas está Edu, vecino de hace 22 años que se queja de la falta de tiendas de alimentación. Apenas quedan algunos pequeños establecimientos más pensados para que un visitante compre un refresco que no para que alguien del barrio tenga producto fresco a un precio que no sea ‘turístico’. También se han ido los cajeros de banco. «Sólo queda uno y no siempre dispensa dinero», cuenta Núria otra vecina recién incorporada al grupo.
Y también faltan equipamientos. El pequeño centro sociocultural ubicado debajo del Párking Jaume I (que nunca ha llegado a abrir) está cerrado por problemas de humedad.
Antonio Núñez vino a vivir aquí hace 30 años hace treinta años buscando tranquilidad y está a punto de desistir por las dificultades del aparcamiento, pero también por las terrazas y el turismo. «Cuente los miles de cruceristas que pasan por aquí y no hay ni un baño», exclama. Él, de hecho, fue uno de los impulsores de la plataforma ‘Farts de Soroll’.
La lista de reivindicaciones es larga. En la conversación asoma la inseguridad, la falta de conservación de algunas casas, el pavimento, el cableado aéreo o la concentración de personas durmiendo en la calle.
Lo que indican los datos
Los datos del padrón que publica el Ayuntamiento de Tarragona no permiten hablar de un barrio que pierda población; al menos no hasta 2022, última fecha disponible. En las últimas dos décadas el número de empadronados en el barrio ha ido fluctuando ligeramente hacia arriba y hacia abajo desde los 3.814 en 2002 a los 4.135 actuales. En este período el año en que hubo más empadronados fue 2010: 4.277.
Pero aunque no se ve una tendencia clara en el número de vecinos, donde sí hay un cambio notorio es en la composición social. Un dato que llama la atención es que tradicionalmente se ha considerado como un barrio de gente mayor pero en realidad su número baja cada año. Si en 2002 los mayores de 71 años eran el 17,8% del total de habitantes del barrio, en 2022 bajaban al 10,6».
También han cambiado los orígenes. Si en 2002 el porcentaje de personas nacidas en el extranjero que vivía en el barrio era de 9,2% en 2022 eran ya el 30,2%. Además, los nacidos en Tarragona ciudad pasaron de ser el 60% a 46% veinte años más tarde.
Según el índice socioeconómico que elabora el Idescat, en 2021 la población ocupada en el barrio era el 58%, había un 12% de trabajadores con baja calificación y un 26,9% de la población joven no tenía estudios post obligatorios. La renta media por persona era de 13.216 euros (en el conjunto de la ciudad es de 14.515 euros).
Respecto al número de turistas que visitan la Part Alta, el Ayuntamiento trabaja en un proyecto, con fondos Next Generation, para monitorear los movimientos de visitantes.
Por lo pronto se sabe que este año han pasado por la ciudad 136.850 cruceristas. En momentos álgidos, como el 19 de abril, llegaron tres buques con capacidad para 5.973 personas. La Part Alta, claro está, es uno de los sitios que nadie quiere dejar de ver.
En cuanto a los pisos turísticos, datos del año pasado indican que en la ciudad había 2.050 inmuebles de este tipo y de ellos 600 estaban en el núcleo histórico. Actualmente si se busca en la plataforma AirBnb dónde pasar una semana en Tarragona el mes de enero, la práctica totalidad de inmuebles que aparecen están en la Part Alta.
Y en lo que se refiere al ruido, el Mapa de Soroll de Tarragona y la Canonja, elaborado por la Generalitat de Catalunya, demuestra que cuando se trata de ruido generado por actividades de ocio, ninguna zona de la ciudad compite con la Part Alta, en especial en la Plaça de la Font. Allí, igual que en algunos puntos de la Rambla Vella, el mapa se tiñe de naranja, lo que quiere decir que el ruido es de 65 a 70 decibelios. Hay que tener en cuenta que la OMS recomienda no superar los 65 por el día y los 45 por la noche.
Lo que dice el ayuntamiento
La regidora de barrio de la Part Alta y portavoz del gobierno, Sandra Ramos, asegura que «desde hace un año y medio estamos trabajando intensamente con los vecinos y vecinas para escuchar sus preocupaciones e intentamos resolver todo el que se nos ha pedido, ya sea desde la propia concejalía de barrio, como con el trabajo transversal con el resto de concejalía».
Sobre la limpieza, «una de las preocupaciones principales», recuerda que depende del futuro contrato de la basura. «Hoy por hoy no podemos cambiarlo, sí que hemos hecho campañas en los comercios, hemos pedido a vecinos y vecinas que cumplan con los horarios, pero el servicio del puerta a puerta, de los nuevos vehículos pequeños, etcétera... No se instaurará hasta el futuro contrato».
Admite que «últimamente es cierto que se ven más personas sin techo que duermen en espacios concretos de la Part Alta, como en el carrer Merceria. Somos conscientes de que quizás ensucien, pero no suelen causar problemáticas graves. La operación iglú o los recuentos que se hacen periódicamente, van bien para invitarlos a dormir en pensiones».
Respecto a la seguridad apunta que el despliegue de los referentes de barrio de la Guardia Urbana «permitirá abordar de manera más efectiva las necesidades singulares de cada rincón de la ciudad».
Y respecto al aparcamiento, el tema que ha hecho saltar la chispa, asegura que «es una preocupación que estamos trabajando con todo el mundo. Desde aparcamientos se ha dado un paso para mejorar las zonas con más afluencia de vehículos que también favorecerá a los de la Part Alta».
Respecto a la preocupación por el turismo, la concejala del ramo, Montse Adam, defiende que Tarragona apuesta por un modelo de turismo sostenible y «esto pasa por la convivencia entre el derecho en la vida diaria y a la comodidad de la ciudadana y la actividad turística».
Reconoce que es el momento de planificar. «La planificación es imprescindible para lograr este equilibrio. Y esto pasa por diferentes acciones, una de ellas es la regulación de los pisos turísticos en la ciudad. Cómo es sabido, una moratoria de la Generalitat prohibe actualmente la concesión de licencias para la apertura de nuevos pisos turísticos en toda Catalunya, es pues el momento para establecer una buena regulación en el respeto para evitar la saturación de este tipo de alojamientos en zonas concretas de la ciudad como la Part Alta», asegura.