El verano deja en Tarragona 370 muertes más de las esperadas

Ni la Covid ni el calor explican un exceso de mortalidad del 19% sobre lo previsto. Una hipótesis: los efectos colaterales de la pandemia

17 septiembre 2022 20:41 | Actualizado a 18 septiembre 2022 18:00
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Cautela en los demógrafos y sociólogos y alguna hipótesis entre las voces del mundo sanitario, pero nadie sabe a ciencia cierta a qué atribuir el exceso de mortalidad de este año y, en especial, del verano. Así lo reflejan los balances del MoMo, el Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria del Instituto de Salud Carlos III. Los datos disponibles impiden concretar las causas, pero la tendencia es tan clara como intrigante. En lo que va de año Tarragona ha registrado 601 muertes más de las esperadas.

Son menos que las 745 que cuantificaron el exceso en 2020, inicio de la Covid-19, pero la cifra se dispara respecto a 2021, también año de pandemia, cuando ese excedente, una vez se pudo controlar la infección, se quedó en 83. También es muy superior al dato de 2019, previo al coronavirus y, por tanto, ajeno a cualquier turbulencia: hubo un exceso de muertes de 59 en la provincia, según esta estadística que compara los decesos por todas las causas entre la mortalidad estimada y la que luego se acaba notificando. Pero especialmente descompensado está siendo el verano. Entre junio y el 9 de septiembre, Tarragona estimaba que se iban a producir 1.932 fallecimientos. Se han acabado registrando 2.304. Son 372 vidas extras perdidas que no entraban en la previsión sanitaria, un 19% más, en un incremento que también se reproduce en España.

La provincia suma en 2022 un excedente de 601 defunciones, un 62% de ellas en verano

Por tanto, más de la mitad de ese exceso acumulado en 2022 se ha concentrado en estos meses de estío, cuando la Covid, a pesar de protagonizar la séptima ola, ha estado mucho más controlada. Julio (un excedente de 140 muertes en Tarragona) y agosto (de 125) han sido con diferencia los peores meses, incluso más que enero (118), afectado por la irrupción de ómicron.

El Instituto Carlos III, en su análisis, solo atribuye tres muertes este verano en Tarragona a las temperaturas. A su vez, según los datos del Departament de Salut, de junio hasta ahora la Covid está detrás de 126 muertes en el Camp y el Ebre. De ahí hasta los más de 370 fallecidos notificados en exceso hay una diferencia que está por explicar, a falta de que el INE publique el próximo año las defunciones según las causas y permita lecturas más precisas.

«Olas de calor cada vez peores»

Entre las hipótesis, los expertos señalan que la influencia del calor como desencadenante letal será cada vez mayor, aunque quizás solo un factor más. Así lo indica Pau Miret, profesor en la UOC: «Las olas de calor son cada año peores. También hay que tener en cuenta que vivir a más de 30 grados durante cuatro meses tiene una repercusión, y más en una población envejecida. El calor agrava problemas de base respiratorios o cardiacos».

«Hubo pacientes con sintomatología que no fueron al médico cuando tocaba y no se detectó a tiempo la enfermedad», indica Tani Francesch, médico en Joan XXIII

Fuentes de Mémora en Tarragona explicaban recientemente que «entre los meses de junio y julio hemos registrado un 20% más de actividad, muy vinculado a la ola de calor». La compañía sostiene que «la actividad en julio fue la misma que en los meses de invierno», donde la mortalidad suele ser mayor por las complicaciones patológicas en mayores y enfermos. Asimismo, Mémora registró otro incremento entre junio y mayo, más ligado a mortalidad por Covid.

Parte de la explicación, más allá de las temperaturas, también puede estar en la sanidad. «Muchos sistemas sanitarios soportan una tensión muy fuerte. Cualquier recorte, de CAP, de plantas de hospitales, de recursos puede influir. O de falta de médicos, cuesta mucho encontrar y eso acaba pasando factura», añade Miret.

«Dejar de hacer otras cosas»

Para otros, el incremento de la mortalidad en verano y también en todo 2022 es una consecuencia indirecta de la pandemia. «La Covid ha monopolizado la asistencia durante dos años y medio y eso hace que hayamos dejado de hacer otras cosas, entre ellas el seguimiento de muchas patologías crónicas», afirma Marina Roig, delegada de la junta de personal del Hospital Joan XXIII por el sindicato CATAC-CTS/IAC.

Roig indica que «mucha gente no iba a urgencias por miedo» y añade que «se ha dejado de hacer un seguimiento a los pacientes y es algo que vemos en el hospital, porque el que tiene alguna enfermedad crónica se reagudiza». Roig agrega que «ahora vemos que hay pacientes con una cierta edad que llegan muy justos, con cuadros muy descompensados y que están más tiempo ingresados».

La vulnerabilidad o la falta de seguimiento a pacientes crónicos son factores que pueden influir

Para algunos, se trata de una herencia de los cierres y los colapsos en el sistema por las sucesivas olas. «Todo lo vinculado a la prevención va asociado a la supervivencia. También puede tener que ver el infradiagnóstico. Puedes atender lo grave o lo urgente, pero ¿cómo lo haces si una persona no sabe que tiene un tumor?», se pregunta la delegada sindical.

Falta de médicos

En ese punto se centra Tani Francesch, especialista en geriatría y paliativos en Joan XXIII y vocal del Col·legi Oficial de Metges de Tarragona: «No solo ocurre con los crónicos. Quizás hay pacientes con dolor o sintomatología que no acudieron al médico y no se ha podido detectar a tiempo la enfermedad, cuando tocaba. Y hablo también de personas jóvenes».

«Hemos dejado de hacer seguimiento de muchas patologías crónicas», lamenta Marina Roig, delegada de la junta de personal del Hospital Joan XXIII

Francesch pone como ejemplo a «personas que no se han hecho la prueba de sangre oculta en heces y que sirve para detectar neoplasias en el colon o en el aparato digestivo, ya fuera porque el acceso al sistema era complicado o porque tenían miedo». Para la doctora, «ahora estamos viendo que la gente tiene muchas ganas de ir al médico de cabecera a explicar su situación, y la vía rápida para hacerlo es urgencias, y eso es algo que hay que racionalizar». Concluye diciendo que «además, la falta de médicos es gravísima y con este déficit no puedes pretender una atención sanitaria óptima».

Son, de momento, simplemente teorías para este incremento insólito e inesperado. «Todavía es pronto para establecer una relación», apunta Joan Alberich, profesor de Geografía e investigador en la URV. «Tenemos que esperar a disponer de más datos para afinar más», cuenta Pau Miret, que recoge el guante de parte de estudiosos y expertos para sumarse a una reivindicación: «Con la Covid-19 se ha mejorado mucho en el tratamiento de los datos y la información pero es importante seguir haciéndolo, para conocer cuanto antes las causas de defunciones, por ejemplo. La estadística es básica para tomar luego las políticas públicas adecuadas».

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