Fatou Nyang reconoce que apenas ha ido a la escuela, por lo que no sabe leer ni escribir. Pese a todo, aprendió inglés, el idioma con el que se comunica con su traductora, con un único motivo: conseguir que su mensaje llegue más lejos.
Fatou tiene 48 años, es de Gambia y, como el 76% de las mujeres de país, fue objeto de mutilación sexual siendo una niña. En su caso tenía diez años y nunca supo quién se la practicó porque le taparon los ojos.
Lo cuenta ante un auditorio lleno de jóvenes. Son estudiantes del Institut Vidal i Barraquer. Fatou les visita en el marco de la XIV edición del proyecto Ciutats Defensores dels Drets Humans, a la que está adherida Tarragona y en la cual participan una treintena de municipios.
Fatou trabaja como formadora en la fundación Wassu Gambia Kafo. Hasta llegar allí jamás se había cuestionado una tradición que ha pasado de generación en generación. «Yo era de las que cantaba y bailaba en las ceremonias, estaba feliz de participar» reconoce. Cuando le explicaron todas las consecuencias que ‘cortar’ tiene para las mujeres «entré en shock; quedé horrorizada».
Aunque ayer el tema no surgió en la conversación con los estudiantes, ella ha contado en sus visitas recientes a otras ciudades que ella también mandó mutilar a una de sus dos hijas. Años más tarde, le pidió perdón.
La activista cuenta con detalle una de las cosas que más le ha dolido: tratar de convencer, sin éxito, a su madre y a su abuela. La primera en ponerse de su lado fue una amiga. «Estoy muy orgullosa de ella», recuerda. Fue el punto de partida para comenzar a hablar con otras madres para evitar que hicieran pasar por esto a sus hijas. «Con los hombres no es tan fácil. A ellos les cuesta más entender las consecuencias y el dolor», señala.
Fatou anima a los estudiantes a hacerle preguntas, pese a que algunos detalles hacen que un escalofrío recorra la sala. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando explica los tres tipos principales de mutilación. En el primero se secciona el clítoris, en el segundo se seccionan el clítoris y los labios menores, y en el tercero se estrecha la apertura vaginal cortando y cosiendo los labios menores o mayores. En el último caso a las mujeres, cuando se casan, se les lleva a ‘cortar’ de nuevo «y advierten a los maridos que tengan relaciones porque sino la abertura se vuelve a cerrar».
En este momento, las preguntas de los alumnos comienzan a ser las mismas aunque con diferentes palabras: ¿Por qué?. Nadie entiende el por qué de tanta barbarie. Se supone que la práctica reduce el deseo sexual de las mujeres. Pero la verdad, explica, es que muchas de ellas solo ven sangre cuando tienen relaciones. Además, las complicaciones obstétricas son tremendas. En su caso, la mutilación fue el motivo para tener solo dos hijas en un país donde es costumbre tener familias muy numerosas.
Desde 2015, en su país la mutilación genital femenina está prohibida por ley. Sin embargo eso no ha impedido que se siga practicando a niñas cada vez más pequeñas y a bebés.
Ahora, Fatou forma no solo a mujeres, sino también a personal sanitario y políticos. Habló delante de la Asamblea Nacional de su país, salió en televisión y, como le advirtieron su abuela y su madre, ha recibido numerosos mensaje de odio. No piensa parar.