Ni Disfressa d’Or, ni rua, ni verbena, ni ambiente en la calle, ni grupitos de jóvenes disfrazados. La Covid-19 lo ha cambiado todo. También este fin de semana, uno de los más locos de todo el año. El Carnaval tarraconense es conocido mundialmente por sus desfiles por las calles de la ciudad con comparsas y disfraces muy laboriosos. La entrada del rey y la reina y el certamen de Drag Queens se han convertido en los últimos años en citas importantes, igual que la Baixada del Pajarito, aportando su vertiente más satírica, o el entierro de la sardina, del Martes de Carnaval. La pandemia ha querido que todos los actos multitudinarios del Carnaval hayan quedado suspendidos, y sustituidos por otros, como el concurso de escaparates o un documental sobre los 40 años de la festividad en la ciudad. ¿Cómo han vivido estos últimos días y, sobre todo, este fin de semana, los verdaderos protagonistas del Carnaval tarraconense? El Diari ha hablado con responsables de las comparsas, de las tiendas de disfraces y con técnicos organizadores del Ayuntamiento. Para todos ellos, en circunstancias normales, estos días son frenéticos, de arriba a abajo, ultimando los detalles para que nada salga mal.
Maribel Mané es la propietaria del Mercamoda, una tienda de disfraces en que, durante los días previos al Carnaval, no cabe ni un alfiler. La visitamos el viernes. «Este año todo ha sido distinto. En circunstancias normales, hoy el local estaría a reventar de gente, tendríamos la puerta cerrada porque el aforo estaría completo. Nada que ver con lo que pasa ahora», explicaba Mañé, quien añadía que «lo único que hemos vendido han sido disfraces infantiles. Hay padres que quieren seguir manteniendo la tradición, pese a no haber rua ni fiesta». Mañé calcula que este año se ha vendido un 80% menos que el año pasado en estas fechas. Las pérdidas son ya irremediables, teniendo en cuenta que ésta es la época del año en que más vende Mercamoda.
En circunstancias normales, las tiendas de disfraces tendrían el aforo completo«Puedo dar fe de que los jóvenes están respetando bastante las restricciones. Nos pensábamos que vendrían grupitos a comprarse el disfraz y no ha sido así», decía Mañé. El ambiente de estos últimos días en la tienda es de tristeza. Un día como el de ayer, las dependientas del Mercamoda se disfrazan y se relajan después de tantos días de ajetreo. Ayer, sin embargo, la tienda cerró como cada sábado desde la llegada de la pandemia. «Somos conscientes de que nuestro sector, el del ocio, será el último en recuperarse. Pensamos que hasta de aquí a dos años, la cosa no se normalizará», acaba Mañé.
En una situación parecida está Ariadna Fàbregas, quien hace tan solo ocho meses decidió quedarse con la Casa Guasch, especialista también en disfraces. «Lo único que hemos vendido han sido sprays de colores del pelo para los niños, y algún que otro complemento que les piden en el colegio. Nada más», explica Fàbregas, quien añade que «yo llevo poco tiempo aquí, pero las dependientas, que llevan más de veinte años, aseguran que en días como el de hoy la gente hacía cola en la calle y no se daban abasto en ordenar los disfraces. Una pena, la verdad». Según esta joven, lo peor está por llegar. «Es que no es solo que no haya Carnaval. Es que tampoco habrá temporada castellera ni Setmana Santa, y es dramático, teniendo en cuenta que nuestro establecimiento hace las faixes y las vestas», acaba.
«¿Y ahora, qué haríamos?»
Para las comparsas tampoco fue fácil el día de ayer. Otros años, el día amanecía a las seis de la mañana para los responsables de las entidades. Así lo explica Encarni Izquierdo, de la comparsa Cromatic Fusion. «Tradicionalmente es una jornada de muchos nervios. Que si el maquillaje está controlado, que si la música funciona. Y así, todo el día», explica Izquierdo, melancólica. «Hoy, sin embargo, todo tiene otro color», asegura la responsable de Cromatic Fusion, quien reconoce que durante la emisión del documental de los 40 años del Carnaval tarraconense –que tuvo lugar el viernes–, «no pudimos evitar que se nos cayera la lagrimita. Estamos más sensibles, con los sentimientos a flor de piel».
El sábado de la rua es, normalmente, el día más frenético para las comparsasAsí también se siente Ana Belén Romero, de la comparsa Sinhus Sport. «La verdad es que nos hemos levantado melancólicos, y llevamos todo el día pensando: ¿y ahora qué estaríamos haciendo?», explica Romero, quien se muestra esperanzada de que el año que viene pueda celebrarse el Carnaval tal y como lo conocemos. «Creo que ahora es cuando nos damos cuenta de que esta fiesta significa mucho más de lo que nos pensábamos», acaba Romero.
Otro de los rostros conocidos en la ciudad durante las fiestas y, en concreto durante el Carnaval, es Ester Roca. Es técnica en gestión cultural del Ayuntamiento de Tarragona y su tarea es velar para que los actos funcionen y puedan celebrarse tal como está previsto. Para ella, como para el resto de organizadores, este fin de semana es «un poco extraño, con sentimientos contradictorios». Roca está en todas las citas. Ayer, en circunstancias normales, hubiera ido a pegar un ojo a la Baixada del Pajaritu y, después, dirección la nave de la EMT para empezar a coordinar la rua. Roca opina que «el Carnaval de Tarragona ha sabido reinventarse y ha aprovechado este parón obligado para mirar al pasado con el documental, y también al futuro».