Silvia vive en la urbanización de Boscos y cada día se desplaza hasta el centro de la ciudad, donde trabaja, en coche. «Cuando llego a la altura del Casino, me desespero. Se forma un caos circulatorio en una de las entradas más importantes de Tarragona. La Rambla Vella queda colapsada y cruzarla me lleva más de un cuarto de hora». Este es el testimonio de Silvia, una tarraconense que reclama un cambio radical en una de las arterias principales de la ciudad, la Rambla Vella.
Se trata de la continuación de la Via Augusta –antigua carretera N-340–, y termina en la calle Estanislau Figueres. Hoy en día, la Rambla Vella cuenta con dos carriles de circulación, uno para cada dirección. El tercer carril está destinado a la carga y descarga, para que aquellos camiones y furgonetas puedan dejar el género en los comercios y bares de alrededor, mayoritariamente los de la Plaça de la Font. Esto es así de ocho a una del mediodía y de cuatro a ocho de la tarde. A partir de las nueve, la zona de carga y descarga se convierte en aparcamiento gratuito, para todos aquellos que –antes de la Covid-19–, disfrutaban del ocio nocturno en la Part Alta de Tarragona.
La zona de carga y descarga es objeto de críticas. «El Ayuntamiento debería dejar aparcar a los repartidores al interior del parking de la Plaça de la Font, en lugar de estacionar en la Rambla Vella y de colapsar la entrada a la ciudad», comenta Antonio, otro conductor, quien añade que «además, aquí no hay nadie que controle. Lo que significa que aparcan coches que no deberían».
Lo cierto es que la Rambla Vella, más que una rambla, parece la continuación de una carretera. Como aquellas típicas que cruzan algunos pueblos de interior y parten el municipio por la mitad. El ruido de coches es constante. No es un lugar donde pasear o andar tranquilamente. Más bien se utiliza para cruzar la ciudad de punta a punta
Se trata de una vía clave para la movilidad de Tarragona. Dejando de lado la presencia constante de coches, encontramos en la Rambla Vella dos marquesinas de autobús y una de las paradas de taxi más importantes del municipio. Hay el segundo hospital de la ciudad, dos iglesias, el Circ Romà, un edificio en riesgo de derrumbe, dos discotecas –ahora cerradas– y 24 contenedores de basura. Ni más ni menos.
Una vía muy transitada
Los comerciantes de esta avenida tampoco acaban de estar a gusto. La propietaria de uno de los establecimientos más antiguos del lugar asegura que los tapones que se forman en la entrada de la Rambla Vella son horrorosos. «La gente pita y el ruido es inaguantable», explica. Además, esta empresaria destaca que la calle se ha convertido en los últimos años en el vertedero de la Part Alta. «Han sacado todos los contenedores del casco antiguo, lo que significa que bares y restaurantes dejan la basura a cualquier hora en los 24 depósitos de la Rambla Vella. Imaginaos el buen olor que desprende», dice irónicamente la propietaria de la tienda, quien añade que «esto se traduce en que los comercios acaban cerrando y la vía está condenada a la degradación». También opina Jaume Pros, propietario de la floristería de la Rambla Vella. «Creo que es una de las vías más transitadas de la ciudad. Y es cierto que la carga y descarga provoca colapsos, pero no hay más remedio. ¿Cómo lo harían los repartidores para dejar el género? A mi es el primero que me interesa que sea así», explica Pros.
Josep Maria es uno de los taxistas más antiguos de la ciudad. La Rambla Vella, justo delante del Hospital de Santa Tecla, es una de las paradas donde más acude durante su jornada laboral. «La verdad es que es un poco incómodo. Aquí siempre hay colas, tanto para salir hacia la zona de Llevant como para adentrarnos en el centro de la ciudad», explica Josep Maria, quien añade que «deben pensar que la Rambla Vella es la continuación de la antigua carretera N-340 y sigue comportándose como tal». Según este taxista, en las horas punta se forma «un cacao importante», y además añade que «en ocasiones, hay coches aparcados en doble fila».
Diez años vista
Tampoco es la rambla de sus sueños para el actual equipo de gobierno de la ciudad. «No es la realidad que nos gustaría. Querríamos más espacios para las personas, y no tantos coches. Igual que queremos un ciudad con calles y no con carreteras», reconocía hace unos días el concejal de Urbanisme, Xavi Puig. Según él, la zona de carga y descarga tiene una doble función clara: durante el día, fomentar la actividad económica del entorno y, por la noche, facilitar el aparcamiento a los consumidores. «Si nos cargamos esto, muchos negocios se nos tirarían a la yugular», explica Puig, quien añade que «el tráfico en este punto es complejo, ya que se trata de hacer convivir intereses diferentes y, en ocasiones, opuestos».
El objetivo del Consistorio es encontrar fórmulas equilibradas que favorezcan los intereses generales y, sobre todo, la seguridad, dice Puig, quien opina que si se añadiera otro carril de circulación –eliminando la carga y descarga– «veríamos como habría coches aparcados en doble fila, tal como ocurre en Pere Martell». Pese a ello, Puig no cierra la puerta a replantearse la Rambla Vella. «Ahora, es momento de salvar el sector económica y poner todas las facilidades. Por lo tanto, la carga y descarga no la eliminaremos».
La intención del gobierno municipal es «distraer el tráfico» en esa vía y fomentar alternativas para llegar hasta el centro. Para los vecinos de Llevant, una buena opción sería coger la autovía A-7. Además, a corto plazo, se va a desarrollar el PMU14, que conectará la Vall de l’Arrabassada y Els Músics con la Avinguda Catalunya a través del Col·legi Sant Pau. «Esta es nuestra propuesta para descongestionar la Rambla Vella de vehículos», apunta Puig.
A largo plazo, el concejal sueña con una Rambla Vella transformada y renovada. «El día que consigamos peatonalizar la Rambla Vella, habremos ganado», asegura Puig, quien añade que «será el momento de eliminar coches, ampliar aceras y habilitar espacios para los peatones». El concejal se la imagina así en un plazo de diez años.