Según el sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III, a lo largo de los meses verano, murieron en la demarcación de Tarragona un total de 46 personas por causas atribuibles a las altas temperaturas. Son cerca de cuatro a la semana y, pese a que el dato es inferior que el del verano pasado, confirma la dinámica de que los fallecimientos por calor están incrementándose progresivamente desde el año 2003.
«Es innegable que las temperaturas elevadas tienen efectos sobre la mortalidad», indica Ramón Pascual, meteorólogo y jefe del grupo de predicción y vigilancia de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). Es una de las consecuencias más duras del cambio climático y puede acentuarse en grandes ciudades por, según los sucesivos informes que elabora la Generalitat sobre el cambio climático en Catalunya, la elevada densidad de población, la concentración de contaminación atmosférica, las actividades industriales y la falta de zonas verdes, entre otros factores. «Más que los picos altos, lo perjudicial para la salud es la persistencia del calor», expone el jefe del equipo de control de calidad de datos del Servei Meteorològic de Catalunya, Aleix Serra.