Tarragona no se convertirá, a no ser que haya una sorpresa de última hora, en la única ciudad de Catalunya –junto a Sabadell– que cuente con IKEA y El Corte Inglés. Después de una década de intensa relación, parece que finalmente la firma nórdica ha decidido rememorar a Mister Marshall y pasar de largo de Tarragona. Y es que si bien en la mítica película de Luis García Berlanga era Villar del Río la localidad que esperó con todos los honores la llegada de los americanos, en la realidad ha sido Tarragona la ciudad que se ha visto prácticamente plantada en el altar por los suecos. IKEA seguirá siendo, pues, sólo un amor platónico.
Hasta ahora, la relación entre Tarragona e IKEA era muy similar a la que históricamente habían mantenido CDC y Unió Democràtica en la ya extinta CiU: contaba con una mala salud de hierro y avanzaba contra viento y marea. Al principio, Tarragona ya tuvo que competir con Reus y Vila-seca para albergar el almacén de la compañía sueca. De hecho, todo parecía indicar que la marca iría a la capital del Baix Camp hasta que un 10 de enero de 2008 el alcalde hizo saltar la banca en una entrevista en Tarragona Ràdio. «¿Quién ha dicho que IKEA no se instalará en Tarragona?», dijo Ballesteros.
A partir de ese momento se abrió la caja de los truenos y, como dice un buen amigo periodista, los medios de comunicación «abrimos carpeta». Tanto es así que, contra todo pronóstico, Ballesteros anunció la llegada de IKEA a la ciudad el 14 de diciembre de 2010, durante un desayuno de Navidad con los profesionales de la información.
El acto de presentación se organizó el 12 de junio de 2012. «IKEA apuesta por Tarragona por su enorme área de influencia, su accesibilidad y su ubicación estratégica. Es una referencia territorial y, por ello, venimos para quedarnos». Así de claro se mostró ese día el director de desarrollo de IKEA Ibérica SAU, Pedro Campelo. En una comparecencia de prensa que sólo duró diez minutos y que se montó bajo un desproporcionado secretismo, el representante de la compañía sueca mostró su esperanza para que «la tramitación administrativa se cumpla según el calendario previsto», una posibilidad que debía permitir la apertura del establecimiento en verano de 2015.
En este punto es donde creo que el Consistorio debería asumir algún punto de autocrítica, ya que los plazos no se han cumplido. Ni de lejos. Los recursos administrativos presentados tampoco han ayudado a la «seguridad jurídica» de la compañía, por lo que ahora –seis años después y con todo a punto a nivel administrativo, jurídico y urbanístico– la firma se tira hacia atrás y reformula sus inversiones, en gran parte debido a un cambio en el modelo de negocio por la existencia de plataformas como Amazon y la pujanza del mercado online. Seguramente, si la tienda hubiera podido abrir hace tres años –como estaba previsto– ahora otro gallo cantaría.
Algunos concejales me comentan que llevan meses sin poder hablar con los responsables de la compañía, cuando antes «lo hacíamos tres veces por semana». «Desde hace meses que no nos cogen ni el teléfono», me comentan, mostrando un gran enfado «por las formas» con las que actúa la firma. Lo dicho, todo muy parecido a la antigua CiU, que se divorció, por cierto, en junio de 2015: justo cuando IKEA debía abrir su tienda en Tarragona. ¿Casualidad?