El president Illa es un hombre madrugador y de convicciones religiosas. Si a la ecuación se añade el interés que demuestra por las comarcas tarraconenses, el resultado es el coche presidencial aparcado ante el Palau Episcopal de Tarragona un miércoles cualquiera a las ocho de la mañana.
Allí le esperaban el arzobispo, Joan Planellas, junto al conseller de Justícia, Ramon Espadaler. Era el primer encuentro entre el máximo representante de la iglesia católica catalana (y primado) y un President desde el 23 de septiembre de 2019, cuando Quim Torra visitó la Catedral con motivo de Santa Tecla.
Antes de ponerse manos a la obra, pasaron primero por la capilla del arzobispado, donde rezaron el Adsumus (Som aquí Esperit Sant), un texto del siglo VI que a lo largo de la historia ha servido para inaugurar los grandes concilios. En el Vaticano II se rezaba antes de cada sesión. Tras compartir un momento de silencio para la plegaria y la reflexión, un padrenuestro puso fin a ese instante de comunión y se trasladaron al despacho y posar fil a l’agulla.
El patrimonio era uno de los grandes temas sobre la mesa. El arzobispo trasladó al presidente la voluntad del Arquebisbat de Tarragona de formar parte del consorcio para la gestión de Tarraco. «El presidente ha explicado que el arzobispado no puede formar parte este ente porque tan solo incluye a entidades públicas, pero se ha comprometido a encontrar la fórmula mediante un convenio o cualquier otro acuerdo», según fuentes del arzobispado.
También hablaron de la necesidad de articular las ayudas públicas para que la Iglesia pueda hacerse cargo del mantenimiento de todo el patrimonio arquitectónico, teniendo en cuenta que la propiedad es privada, pero «la finalidad es pública».
El ambiente fue distendido. Un conocedor de la conversación aseguró que «la sensación es que se sentían cómodos».
Ambos iban con los deberes hechos y los temas trabajados de antemano. Cuando el arzobispo explicó al President el macroproyecto cultural para convertir la Acrópolis de Tarragona en un itinerario cultural y turístico de primer orden, con la Catedral en el centro, Illa quedó «gratamente sorprendido» con la propuesta.
El Arquebisbat de Tarragona defiende que este proyecto «nos hace grande como país». Que la ciudad «ganaría muchísimo». Por este motivo hace todo tipo de gestiones para conseguir los apoyos administrativos que permitan que en 2031 –coincidiendo con los 700 años de la dedicación de la Catedral por Joan d’Aragó– ese itinerario sea una realidad.
Durante el encuentro también hablaron de la necesidad de una mejor coordinación entre iglesia y Govern para prestar asistencia religiosa en hospitales o en cárceles.
El President mostró su interés en la propuesta de una asignatura alternativa para los alumnos de los centros públicos que no eligen la asignatura de religión, como una oportunidad de ofrecer una mejor formación cultural en general.
Tras más de ochenta minutos de reunión, Salvador Illa se despedía. Recibió un regalo: un libro sobre la Catedral de Tarragona que le recordará los deberes pendientes que le puso el arzobispo Joan Planellas.