Milagros López Castán tiene 74 años. Vive en Altafulla. Antes del corte de vías tomaba a menudo el tren para ir a Móra la Nova y echar una mano con su nieto, hacieno de abuela. «Llevo un mes sin poder verlo», dice. Sus alternativas son dos. Una pasa por ir de Altafulla a Tarragona en autobús, subir al tren hasta Reus y allí hacer transbordo para seguir hacia Móra. La otra opción es el bus hasta Sant Vicenç y desde allí el tren por Valls. «Hace mucho tiempo que no he visto al nieto, pero si no vienen a buscarme o ellos a mi casa es muy complicado», explica con resignación.
Pere Gomes, 19 años, toma dos autobuses y un tren para ir de La Móra a Barcelona. «Si antes salía con dos horas de margen, ahora preveo tres». «La alternativa cuesta dinero», apunta. Pasa por subir al Avant desde La Secuita, opción que utiliza para la vuelta, pero que tampoco es sencilla, ya que las conexiones desde el Baix Gaià a la terminal de alta velocidad «no son muy buenas». «He sufrido bastantes retrasos». El peor: cinco horas con transbordo en medio de las vías incluido. «Hasta que no me saque el carné de conducir, el transporte público es la única vía», dice.
Edgar Navarro, 34 años de edad, utiliza el tren «de vez en cuando» para ir de Torredembarra a Tarragona, principalmente para hacer recados y gestiones. Ahora que no hay trenes desde esta estación va con el autobús. «La verdad es que viene más rápido y es mejor el autobús que el tren. De momento no he tenido ningún problema», argumenta.
Núria Palau, de 18 años, sale de casa a las once de la mañana y regresa pasadas las nueve y media de la noche para ir a la universidad. «Tengo que coger el autobús y como los horarios son un poco difíciles, me paso cada día esperando una hora en la estación de Sant Vicenç de Calders», afirma. Tiempos muertos que Núria trata de tomarse «con filosofía» y en los que se entretiene leyendo, haciendo los trabajos de la universidad o siendo espectadora del paisanaje de la estación. «Siempre pasan cosas, unos que se enfadan y gritan, después pones la oreja en una conversación...».
«Soy usuaria del tren, o, por lo menos, lo era; muchos días voy a Barcelona en coche, porque hemos organizado un grupo para compartir gastos. Una vez allí, vamos en metro a nuestros respectivos puestos de trabajo», admite Diana Barrios, de 56 años.
También usa el autobús para ir directa hasta la capital. «Gracias a la plataforma Dignitat a les Vies, conseguimos la tarjeta T10/120, y Autocares Plana también ha organizado unos horarios que nos han ayudado».
Una opción que utiliza una vez a la semana es la del Avant desde la estación de alta velocidad del Camp de Tarragona: «Es muy rápido, en 35 minutos ya estamos en Barcelona, pero el problema es que, para llegar a la estación del Camp de Tarragona tenemos que coger coche o autobús, por lo que el tiempo total de viaje se alarga». En este primer mes de corte de vías también ha probado la conexión de autobús entre Sant Vicenç de Calders y Tarragona, ya por la tarde: «Nos ha sorprendido. Está muy bien organizado porque la gente que coordina los autobuses en Sant Vicenç de Calders informa bastante bien a los usuarios».
Mireia Cadenet, de 57 años, es usuaria de la estación de Sant Vicenç de Calders. «Ahora todos los trenes nacen y mueren aquí, pero los problemas son los mismos y lo más complicado siempre es el Garraf, donde constantemente se registran incidencias porque están en obras. Nos ponen trenes cortos y vamos todos dentro de una lata de sardinas», lamenta.
«Estamos totalmente en el centro, pero la verdad es que tampoco me ha afectado mucho el corte durante este tiempo», asegura Cadenet.
Àngel Cardona (45 años) es de los que se ha pasado al vehículo privado para llegar a Sant Vicenç de Calders cuando tiene que ir a Barcelona. «Esta semana para ir a las Terres de l’Ebre viajaré durante más de tres horas y cuarto, por lo que antes iba en tren todo lo que podía, pero ahora utilizo mucho más el coche», argumenta.
Cardona es de los que espera poder volver a viajar en transporte público cuando acaben las obras. «Esperamos que acaben pronto y que después los trenes ya no tengan que reducir su velocidad a 30 km/h cada vez que pasan por el túnel de Roda de Berà. Al menos que sirva para alguna cosa todo esto», indica resignado.
«La vida me ha cambiado totalmente, a peor: peor calidad de vida, evidentemente», es el sentir de Alfredo Abadías, de 54 años de edad, después del primer mes de corte de vías. «Tengo que tomar un autobús desde la estación de Reus hasta la estación de tren de alta velocidad del Camp de Tarragona, que está en medio de la nada», afirma. Una vez allí, toma un Alvia hasta Sants. «El coste ida y vuelta es elevado, evidentemente». Desde Sants sube a un Rodalies «totalmente colapsado» hasta su lugar de trabajo. «Me levanto mucho antes que antes de las obras y el coste del viaje es mucho más caro».
Cristina Jiménez, de 38 años de edad, ha apostado por tomar el Avant que la deja a las 08.11 horas en Barcelona-Sants: «Lo cojo desde el primer día del plan alternativo, ya que no me fiaba del enlace entre el autobús y el tren», indica. «Estoy contenta con el servicio del Avant, aunque de vuelta sí que voy en tren hasta la estación de Sant Vicenç de Calders y luego cojo el autobús hasta la estación de Battestini», en Tarragona, dice, a pesar de que ello le supone un sacrificio porque llega más tarde a su casa que antes del corte de vías.
Afirma que, cuando terminen los abonos para el Avant el 31 de diciembre, se pasará al autobús directo entre Tarragona y Barcelona: «No queda otra que aguantar», dice.
Óscar Ibáñez tiene 38 años, vive en Altafulla y trrabaja en Barcelona: «Siempre había sufrido las deficiencias del servicio de Rodalies; salía muy muy pronto para llegar a tiempo a pesar de los retrasos».
Comenta que, desde el corte de vías, la situación ha cambiado: «El primer tren desde Sant Vicenç de Calders sale tarde y, además, en Altafulla no tenemos un bus que enlace con ese primer tren», denuncia.
No se cansa, aunque la situación es cansada para él. «He tenido que adaptarme y cambiar mis hábitos; he probado ir en coche hasta la estación de Sant Vicenç de Calders, ir en coche también drectamente a Barcelona...».
«Trabajo en un instituto de Esplugues de Llobregat, ¿en qué me ha cambiado la vida durante este primer mes? Tengo bastante estrés y agobio, ya que, a partir del mes de agosto, decidí que iría y volvería con el Avant, pero invierto más tiempo que antes en llegar a trabajar», cuenta Maria Rosa Bailach, de 54 años de edad.
«Salgo de casa, cojo un autobús de línea que me deja en la estación del Camp de Tarragona, de allí cojo el tren Avant y cuando llego a Barcelona-Sants también me toca hacer más transbordos».
Maria Rosa Bailach compró el abono para el Avant de cincuenta viajes: «Tienes que reservarlo, como mínimo, con dos y tres semanas de antelación», comenta, y añade que hay días en los que comparte coche con colegas y que ahora está planteándose tomar el autobús directo que sale desde Tarragona.
Daniel Gil, de 45 años, va desde Tortosa hasta Barcelona cuatro días a la semana: «Decidí subir con el autobús directo y la verdad es que hay bastante más fiabilidad que con el tren, pero también debe decirse que hay retrasos y cosas a mejorar; no es la solución ideal, ya que he contado hasta 400 minutos de retrasos». ¿Qué cosas podrían mejorarse? Gil mantiene que «el intercambiador de la entrada de la autopista tiene poco de intercambador; es un solar lleno de coches y con una pequeña marquesina, pienso que hay que pedir la construcción de una estación intermodal al lado de la estación de tren de L’Aldea».
Pedro Caro, de 34 años, fue el primer pasajero de los buses exprés Reus-Barcelona e hizo en solitario el trayecto inaugural, el 21 de octubre. «El servicio funciona muy, muy bien. Al ir por la C-32, el viaje dura una hora y veinte 0 minutos y es muy competitivo. Pero la gente quiere que salga del Passeig Sunyer y pase después por la avenida de Salou, y Territori no está recogiendo esa petición», valora ahora.
La vez que ha coincidido con más gente, en el autocar iban «siete personas». «En María Cristina siguen los horarios viejos, se ha hecho cero difusión, toda esta semana no hemos podido validar el billete porque la máquina no funciona... Si no hay la demanda esperada es porque hay mejoras que hacer. Antes de desmantelar los buses, que prueben a que nazcan en el Passeig Sunyer y hagan más paradas en Barcelona», reclama.
A Jaume Gibert, de 47 años, que se lanzó a probar los buses complementarios Reus-Sant Vicenç de Calders el día de su estreno, el reajuste de horarios que Renfe ha empezado a aplicar esta semana para facilitar la combinación con el servicio ferroviario no le ha venido bien y regresa al tren.
«El autocar está pensado para la gente que va a Barcelona, pero, para los que cogíamos Rodalies en Sant Vicenç, ya no nos sirve. Ahora tardamos lo mismo. Y yo vuelvo a usar el tren», comenta. El último día que optó por el bus, a bordo había «cuatro o cinco personas».
Andreu Agredano, de 31 años, utilizó la alternativa de transporte por autobús y tren entre Tarragona y Barcelona durante diez días, hasta el 10 de octubre. Desde entonces, se ha pasado al Avant, combinándolo con el teletrabajo: «Es un esfuerzo económico considerable, pero la verdad es que vale la pena a nivel de salud mental, sobre todo». Afirma que utilizará este servicio mientras dure el corte.
El tortosino Jordi Arrufat, de 45 años deedad y gestor de proyectos, viaja a Barcelona por trabajo dos o tres veces a la semana. Viendo el contexto general en el sur de Catalunya, como usuario del nuevo servicio Avant Tortosa-Barcelona, Arrufat se considera un afortunado. «Ya el día 1 de octubre cogí el primer servicio, y llegó bastante puntual. Poder ir a alta velocidad desde Camp de Tarragona sin paradas hasta Sants por una vía que tiene mucho mejor mantenimiento que la de la costa es lo que hace que el viaje no tenga ni punto de comparación con el servicio previo», valora. Arrufat explica que los horarios del Avant le van bien excepto los viernes para volver, que lo hace en bus, un servicio que le resulta más incómodo, pese a ser puntual. Apunta que para el Avant habría que facilitar abonos más flexibles, como los que tienen los usuarios de Lleida o de Figueres. «También es cierto que no sé cómo quedará el precio a partir del 1 de enero, cuando no haya descuentos en los abonos, pero por ahora, viendo cómo está todo, estoy contento».
Marta Tomàs, de Tortosa de 37 años, trabaja en la EOI de Tarragona. Tomàs preferiría vivir en Tortosa, «una opción viable si los trenes funcionaran bien», pero a causa de los retrasos ferroviarios este curso ha decidido alquilar un piso en Tarragona. Ya no podía más.
«El corte de vías actual ha sido la gota que ha colmado el vaso de una serie de problemas endémicos que ya arrastraba la línea R16. Trabajo en la EOI de Tarragona, un sueño desde que era estudiante y ya en esa época sufría muchos retrasos en la R16. Pero han pasado casi 20 años y el servicio, en lugar de mejorar, ha empeorado».
Los numerosos retrasos y la incertidumbre constante de no saber si llegaría a tiempo a sus clases le han provocado un desgaste importante.
«Este año he tenido que hacer un sacrificio personal muy importante. Estoy casada, tenemos una hipoteca y, además, está mi abuelo de 89 años y no puedo estar con él como me gustaría. La única solución ha sido alquilar una habitación en Tarragona para cuidar de mi salud y poder rendir bien en el trabajo, dejando mi vida personal para el fin de semana».
Yolanda Claros, de Valls, era usuaria del tren, pero viajaba mucho en coche hasta Barcelona: «No había muchas combinaciones posibles ni tampoco muchos trenes disponibles para ir desde Valls hasta Barcelona», recuerda.
No obstante, la situación cambió cuando se produjo el corte de vías entre Tarragona y Barcelona por las obras en el túnel de Roda de Berà: «El acceso a Barcelona es mucho más fácil que antes porque antes había pocos trenes y el horario no era muy flexible».
Con lo cual, este cambio ha provocado que Claros haya modificado sus hábitos, pero en este caso de forma diferente a muchos: mientras hay usuarios que han dejado el tren para pasarse al coche o a otras alternativas de transporte, ella ha actuado al revés, ha pasado al tren porque en Valls hay más afluencia.