Cada dos días agreden a un vigilante de trenes

Sufren agresiones y ataques a diario. Denuncian que no llevan equipamiento suficiente ni tampoco tienen un reconocimiento de agente de la autoridad para castigar a los atacantes 

24 diciembre 2019 08:17 | Actualizado a 24 diciembre 2019 11:20
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«Cuando llegas a casa y sólo te han increpado, insultado o escupido... ha sido un día tranquilo». Quien habla es vigilante de seguridad en estaciones de tren. 

Encargados a diario de la protección de miles de personas, la de vigilante en transporte público es una profesión de riego. Son objetivo de agresiones y además se sienten desprotegidos en equipamiento y por parte de la administración. 

En el último año ha habido hasta 180 agresiones graves contra vigilantes de transporte público. Algunas de tal crueldad como el mordisco en el cuello que sufrió un vigilante de metro en Barcelona.

Casi todos han sufrido agresiones. Golpes, apuñalamientos, arañazos, mordiscos, patadas... Los vigilantes con quienes ha hablado el Diari evitan dar el nombre por miedo a represalias de sus empresas, como señalan los sindicatos. «Se juegan sanciones».

«Las empresas saben que al día siguiente de despedir a alguien van a encontrar mano de obra muy barata y de forma rápida». Unos 1.000 euros cobra un vigilante de Renfe. Los de Metro de Barcelona tienen un plus de peligrosidad de 400 euros al mes. 
Hay estaciones que los vigilantes prefieren evitar. Durante semanas la estación de Segur de Calafell estuvo sin vigilancia porque nadie quería hacer guardia en la que se considera una de las paradas más peligrosas de la línea R2 de Cercanías. Y eso que en toda la estación hay más de 40 cámaras.

El dispositivo se ha restablecido, pero los sindicatos denuncian que sin el refuerzo necesario. «Hay estaciones en las que no puede haber un único vigilante. Eso es dejarle vendido ante un ataque», señalan desde los comités de las empresas. En Segur de Calafell son habituales las peleas, robos y, en diversas ocasiones, ataques a los vigilantes.

Los sindicatos denuncian que en muchos casos se recurre a personal de edad avanzada para esa guardia o con poca experiencia para afrontar una situación de peligro. 

Los profesionales señalan que la línea R2 (Sant Vicenç de Calders-Barcelona por la costa) es de las más conflictivas, con Segur de Calafell y Sant Vicenç de Calders como un «territorio comanche». No le queda a la zaga la R-4 (interior) con El Vendrell.

De hecho, en estas líneas ya no hay revisores, que también son un objetivo de agresiones. ¿Los vigilantes tienen miedo? «Es más una sensación de intranquilidad, de desprotección y de no sentirte apoyado por las leyes... De estar vendido».

Uno de los vigilantes explica que  «esto va a más. Llevo 20 años de vigilante y nunca había visto lo de ahora. Habrá más desgracias». Porque los agresores son cada vez más violentos y van armados. «Barras de hierro, cadenas, spray de pimienta...». Quien habla ya ha tenido que ser atendido por sanitarios este año en dos ocasiones.

Los vigilantes sólo llevan una defensa (porra) de 50 centímetros y unos grilletes. Además del autoimpuesto recelo para sacar la defensa, «porque hay decenas de móviles grabando y después el malo es el vigilante», no tienen un respaldo jurídico

La función de los vigilantes es la «protección de muebles, inmuebles y personal, tanto en espacios públicos como privados. El transporte público nos debería dar la categoría de agente de la autoridad para tener mejor protección».

Ley de seguridad

De hecho, la Generalitat planteó dotar de ese reconocimiento a los vigilantes de transporte público, lo que les equipararía a un policía por lo menos a efectos de las consecuencias penales para un agresor. Para ello debe modificarse la Ley de Seguridad Ciudadana, pero no se está aplicando. Ese reconocimiento de agente de la autoridad se reclama de aplicación en todo el Estado.

Pero los vigilantes lamentan que «los propios cuerpos de seguridad no quieren que se nos reconozca como agentes de la autoridad».

Al reconocimiento jurídico se añade la reclamación de la dotación de medios. Son imprescindibles los chalecos y guantes anticortes o antitrauma. Hace un par de años un vigilante de Sant Vicenç de Calders salvó la vida porque el teléfono móvil que llevaba en el bolsillo de la chaqueta detuvo el cuchillo con el que fue atacado.

Son muchos los vigilantes que se compran ellos mismos los chalecos (a partir de 300 euros). «Son las empresas quienes deben equipar a sus trabajadores. Pero también la administración debe exigir esas medidas de protección como un tema de riesgos laborales».

Pero más allá de esas defensas, los vigilantes reclaman disponer de un equipo con el que poder repeler un ataque. Una de las peticiones es la del spray pimienta que permita reducir a un atacante y se le pueda esposar hasta la llegada de los Mossos d’Esquadra. De hecho, los vigilantes han pedido poder llevar ese material de defensa que debe autorizar el departamento de Interior y que ya ha autorizado para los Mossos.

Salida laboral

«Es un trabajo donde hay empleo», explica un vigilante. «En esto te metes porque hay salida laboral». Sin embargo, como explican en la empresa Grupo Sureste, «en esta profesión hay muchas bajas por estrés, por lesiones...». Representantes de la compañía señalan que «si no se respeta al vigilante, ¿cómo van a respetar la instalación? 

El sindicato Alerta Sindical advierte de la escalada de violencia. «Ya no es un forcejeo. A los vigilantes les atacan con piedras, palos, botellas...». Por ello reclaman medidas de protección.

Las empresas reciben el encargo de vigilar líneas tanto en estaciones como en el interior de los trenes. Teóricamente no debería de haber falta de vigilancia en las paradas consideradas más conflictivas, ya que los trabajadores no pueden negarse a esos servicios.
Sin embargo, los sindicatos reclaman que se detallen los riesgos laborales y que deben solucionarse con refuerzos de personal y equipamiento.

Mira estas cifras:

- 15 millones de euros destina la compañía Renfe a  seguridad privada. Pero señala que los vigilantes deberían complementar a la que pongan los cuerpos policiales en las estaciones.

- Renfe destina 10 millones de euros al año a borrar grafitis de los trenes. Esa cantidad es la que supondría comprar dos trenes para reforzar líneas o renovar flota.

- Hasta dos millones de usuarios al año sufren los efectos del vandalismo por retrasos debido a frenar trenes, apedreamientos o agresiones a vigilantes.
 

 

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