«Vamos a crear gigantescas Universidades Laborales, castillos de la reconquista nueva, donde vosotros, y sobre todo vuestros hijos, se capaciten no solo para ser buenos obreros, que eso es poco, y eso es todo lo más que quisieran los enemigos. Vamos a crear centros enormes, donde se formen, además de obreros técnicamente mejores, hombres de arriba a abajo, capacitados para todas las contiendas de la inteligencia, entrenados para todas las batallas del espíritu, de la política, del arte, del mando y del poder». Este discurso de Girón de Velasco, del 25 de abril de 1950, refleja el objetivo con el que se fundaron las universidad laborales en toda España, entre ellas la de Tarragona.
José Antonio Girón de Velasco fue el ministro de Trabajo franquista entre el 20 de mayo de 1941 y el 25 de febrero de 1957, aparte de alto cargo de Falange.
La Laboral de Tarragona se inauguró seis años más tarde, el 8 de noviembre de 1956, justo hace 65 años. Entre sus alumnos más conocidos están el cantautor Joan Manel Serrat y los actores Josep Maria Pou y Lluís Soler. Los tres explicaron sus recuerdos al ‘Diari’ en una anterior entrega de la crónica pelacanyes publicada el pasado domingo, 28 de noviembre.
Los dos primeros recuerdan que tenían que formar cada mañana en el enorme patio central y cantar el Cara al Sol. La disciplina era muy estricta. Ambos entraron el mismo día en la Laboral (el 30 de octubre de 1957,) y, pese a todo, guardan buenos recuerdos de aquellos años, en especial por las amistades que forjaron y las cosas nuevas que conocieron. Soler comenzó sus estudios en 1968 y la situación ya era muy diferente. Narra cómo despertaban a los estudiantes con música de los Beatles y el propio Serrat.
«No practican el lujo»
La memoria constructiva no tiene desperdicio a la hora de definir cómo debía ser el edificio de la Laboral tarraconense: «(Los futuros alumnos) proceden de familias obreras (...). No están acostumbrados al lujo ni lo practican. Faltos de educación higiénica, y no acostumbrados a la disciplina y al estudio, tienen una educación cívica reducida. (Las instalaciones deben tener) un carácter alegre, jovial, sencillo y, por tanto, nada lujoso, pero sí duradero en su mantenimiento y uso, teniendo en cuenta la utilización poco cuidada a la que va a ser sometida».
Dejando de lado el lenguaje paternalista y un tanto ofensivo (que hay que situar en el contexto de la época), las instalaciones eran espectaculares y proporcionaron educación a miles de chavales. Educación gratuita porque los alumnos estaban becados completamente: estudios, alimentación, vestuario y transporte.
La Laboral se construyó en unos terrenos a caballo entre Tarragona (el Mas de la Pineda, una finca de 130 hectáreas) y Vila-seca (Mas de Palau o Patau, con 20 hectáreas). Según explica el arquitecto Josep Maria Buqueras en su libro La Laboral de Tarragona. Fonaments i construcció, se barajó ubicarla cerca del Bosc de la Marquesa, a la altura de la Platja Llarga, junto a la Punta de La Móra, pero la marquesa en persona le pidió a Carmen Polo, la esposa de Franco, que se desestimase esa ubicación.
La pionera
Tanto el discurso inicial de Girón de Velasco como la memoria constructiva están redactados en género masculino porque todos los alumnos eran hombres. Hasta que llegó una pionera, Alicia Valero. La joven tarraconense fue la primera mujer en titularse en Ingeniería Técnica Electrónica. Era 1979 y tenía 20 años. Antes otra chica cursó los estudios, pero los tuvo que abandonar.
Alicia, que entró en la Laboral en 1976, era la única chica entre 2.000 alumnos. Cuatro décadas después, ya jubilada, recuerda que «el primer día que entré en clase todos se quedaron extrañados. Pero durante cada uno de los cursos todo el mundo se mostró amable y respetuoso. Los profesores y las oficinistas, muy bien. Los compañeros, también».
«En la Laboral había muchos estudiantes internos, de otras partes de España. El primer grupo con el que me relacioné eran chicos de Andalucía muy abiertos. Congeniamos enseguida. Desde el primer día fui una más de la clase, sin ningún tipo de distinción. Ni con ventaja alguna ni con ningún inconveniente. Tengo muy buenos recuerdos», sigue Alicia.
«Estudié Electrónica en la Laboral por dos motivos. Uno, que mi padre había querido estudiar una Ingeniería y no pudo. Me lo aconsejó. Me dijo que la Electrónica era el futuro y que encontraría trabajo. Acertó. La segunda razón fue que en casa no teníamos muchos recursos y en la Laboral todo era gratuito. Yo estaba a media pensión y tenía la comida, la merienda, los estudios, los libros, el bus desde Tarragona... gratis. En casa no podían pagarme unos estudios en Barcelona», explica.
Las becas, eso sí, había que mantenerlas con esfuerzo. Era imprescindible aprobar todas las asignaturas. Alicia recibió un notable por su proyecto de fin de carrera. Paradójicamente, no pudo encontrar trabajo en un mundo laboral machista: «La industria no quería que hubiese una mujer que mandase sobre un grupo de hombres. Incluso me hicieron preguntas como si tenía novio o si pensaba tener hijos». Finalmente, aprobó las oposiciones de profesora de Tecnología Electrónica. Enseñó durante 40 años en el Institut Comte de Rius, en TGN.
Entre los visitantes que tuvo la Laboral estuvieron el propio dictador (1957), el entonces príncipe Juan Carlos (1961) y Pilar Primo de Rivera, que el 21 de octubre de 1960 dejó esta firma en el Libro de Honor: «Mi único deseo es que esta Universidad la visitara el Mundo entero para que vieran lo que España es capaz de hacer».
Los arquitectos autores del proyecto de la Laboral fueron Antonio De la Vega (comedor, cocina y residencias), Luis Peral (aulas y urbanización) y Manuel Sierra (talleres). En la dirección de la obra intervino además el tarraconense Antonio Pujol Sevil, que fue quien diseñó el teatro.
La «Universidad Laboral Francisco Franco», hoy Complex Educatiu y cuya gestión está en manos de la Generalitat, costó en los años 50 una pequeña fortuna: 401 millones de pesetas. Fue, sin duda, una de las mejores inversiones realizadas en Tarragona.