El Tribunal Supremo ha rechazado el recurso de casación presentado por un vecino de Tarragona al que habían condenado a siete años de prisión por abusar sexualmente de su hijastra de forma continuada.
El acusado sostenía que no se había practicado ninguna prueba de cargo suficiente para enervar su presunción de inocencia. Inicialmente, la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Tarragona lo condenó a cuatro años de prisión.
A finales de 2020, el acusado, una mujer y su hija de 10 años compartían una habitación de un piso de Campclar. La habían alquilado a una pareja, que también residía en el mismo.
A principios de octubre de dicho año, el acusado portaba solamente una toalla en el cuerpo. Sabía que la menor se encontraba sola. Se dirigió a la habitación de esta y llamó a la puerta. Cuando ella abrió, le pidió que le hiciese un masaje, a lo que la pequeña accedió.
Él la cogió de las muñecas y la llevó hasta su habitación, donde se colocó de espaldas encima de la cama.
Masaje
Después se dio la vuelta, colocándose bocarriba y le dijo a la joven que le realizara un masaje en las piernas. Pero ella le dijo que tenía que marcharse porque tenía que acabar los deberes.
El acusado le contestó que solo era un rato y la dejaba. Se quitó la toalla y le dijo a la denunciante que le tocara.
Ella no llegó a hacerlo porque se desasió de la sujeción del hombre y se marchó corriendo a su habitación. Allí se refugió y colocó una mesita contra la puerta para impedir el acceso del acusado, quien la siguió y tocó la puerta.
La menor hizo caso omiso. Finalmente, retiró la mesita cuando escuchó que su madre volvía a casa, a quien no le contó nada en aquel momento por temor a las represalias del acusado, que le había dicho que no se lo dijera a su madre.
La víctima, sola
El 21 de noviembre del mismo año, el acusado se aprovechó que la pequeña estaba durmiendo sola en su habitación. Él se introdujo en la cama y ella, creyendo que era su madre, lo abrazó. Él comenzó a tocarla y ella se despertó y vio que no era su madre.
Le dijo al acusado hasta en tres ocasiones que se marchara de la habitación, haciéndolo solo cuando la menor levantó la voz.
La joven llamó a su madre por teléfono para averiguar dónde se encontraba y cuando llegó le comentó lo que acababa de suceder. A consecuencia de estos hechos, la menor sufrió afectación en su rendimiento escolar.