El uso reiterado de las redes sociales no ha parado de crecer, acrecentándose especialmente entre los adolescentes y jóvenes. Así, según el Estudio de Redes Sociales 2021 de la asociación IAB Spain, la penetración en redes sociales es mayor en los perfiles jóvenes de entre 16 y 24 años de edad, y alcanza el 92%, mientras que el 21% de los adolescentes en España es adicto a la red, según se desprende de un estudio elaborado por Desconecta; situándonos como el país europeo con mayor adicción en esta franja de edad. Además, a raíz de la pandemia de la Covid-19, los jóvenes han hecho un mayor empleo de las redes sociales invirtiendo una media de 83 minutos al día.
Por ello, resulta primordial que los padres supervisen la actividad de los más jóvenes en la red para prevenir cualquier posible amenaza y potenciar su correcto desarrollo ante el impacto de las nuevas tecnologías. «Los jóvenes delante de las pantallas dejan de lado otras obligaciones, como los estudios o actividades esenciales, ya sea dormir o socializar. La conciencia del mundo la viven a través de sus redes sociales», comenta Javier Urra, Doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud.
Sobre el potencial de adicción que tienen las redes sociales, la psicopedagoga y profesora de los Estudios de Psicología y Educación de la UOC, Sylvie Pérez, afirma que «es elevado por las propias características de las redes sociales, ya que la respuesta es rápida y la gratificación es inmediata», y comenta que «además de la adicción, también hay quien hace un uso abusivo o un mal uso de las redes sociales».
En este sentido, en opinión de la experta «la línea roja está en cuando se pierde el control y su utilización interfiere en el día a día, de manera significativa, ya que de no hacerlo se genera cierto síndrome de abstinencia», que se manifiesta en «irritabilidad, ansiedad, malestar o incluso agresividad».
Adolescentes vulnerables
El riesgo de mal uso, abuso o adicción entre los adolescentes es mayor en tanto que «los adolescentes por definición son un colectivo vulnerable porque tienden a ser más impulsivos que un adulto, en términos generales, ya que la corteza prefrontal está en proceso de desarrollo, y, por lo tanto, no pueden calcular las consecuencias a largo plazo».
Además, sigue explicando Sylvie Pérez, «los adolescentes sienten la necesidad de construir su identidad con sus iguales, una necesidad que también se ha trasladado al entorno virtual, es decir, la percepción de sí mismo o misma que tiene un o una adolescente también está construida basándose en la percepción de los demás en las redes sociales».
Así, ser una persona con baja autoestima –que no valora la imagen que tiene de sí misma–, «conlleva una mayor predisposición a abusar de las redes sociales, ya que son una vía para encontrar a personas que resulten un refuerzo positivo».
Al margen de los factores de vulnerabilidad que conlleva la adolescencia, «la detección de un uso abusivo de las redes sociales puede mostrar otro problema subyacente. Es la punta del iceberg», asegura la psicopedagoga. «El hecho de que un joven se encierre en su habitación y que solo se comunique a través del móvil, puede ser la manifestación de un problema más grave como un trastorno mental, una situación de vulnerabilidad o fragilidad en la familia, etc.».
Así, a la hora de plantearnos comprar el primer móvil a nuestro hijo o hija existe cierta controversia en cuanto a la edad. «En primaria no les hace falta y tampoco tienen la madurez suficiente, mientras que en el transcurso de primaria a secundaria los adolescentes tienen su primer teléfono móvil, ya sea por un cambio en la rutina escolar o familiar que motive la necesidad, o por la propia presión social». En cualquier caso, «deberíamos tener en cuenta la madurez y ofrecerle el móvil no como una finalidad en sí misma, sino como una herramienta con instrucciones de uso, que se aprenden día tras día».
Prevención
En cuanto a cómo afrontar el mal uso, abuso o adicción a las redes sociales, Sylvie Pérez asegura que «el tratamiento debe ir de la mano de la prevención, es decir, todo aquello que puede ser útil para corregir el mal uso o abuso también sirve para prevenir que ocurra esta conducta». Por ello, la profesora de los Estudios de Psicología y Educación de la UOC aconseja «buscar actividades que no precisen estar conectado; establecer momentos claves sin el móvil, como la hora de comer y de cenar; deshabilitar las notificaciones, así controlamos cuando queremos mirarlas... Deben ser objetivos asequibles que nos permitan cambiar de hábitos poco a poco, ya que una adicción o mal uso de las redes sociales no se genera ni se supera de un día para otro».