«Fue una vez que estábamos en la cama y me dijo: ‘Mamá, no me trates de ella; trátame de él, porque yo soy un niño’. Tenía dos años y medio, tres años. Comenzaba a hablar», cuenta Frans, madre de un niño de siete años. La suya es una de las imágenes que nos sonríen desde el vestíbulo de la antigua Facultat de Lletres. Su historia forma parte de la exposición fotográfica ‘Construccions identitàries, Famílies Trans’.
La mirada detrás del proyecto es la de Mar C. Llop, quien desde hace años se dedica a documentar el ‘tránsito’, ese proceso de transición mediante el cual una persona cambia su aspecto y condición para convertirse en alguien del género al cual siente que pertenece.
Esta vez Llop, quien también es una mujer trans, se ha ocupado de fotografiar, uno por uno, a los miembros de 28 familias con hijos (niños y adolescentes) que ya han hecho ese tránsito.
Las fotografías están acompañadas de las frases que dijeron durante las entrevistas los propios niños y niñas, así como sus padres, hermanos y alguna abuela. Lo que cuentan es esclarecedor. Hay desde niños que lo han pasado mal en la escuela hasta otra a quien su profesora le propuso hacer un ‘fiestuqui’ tras poner un documental en clase. «Todos vinieron a abrazarme y me tiraron al suelo», cuenta la niña de 9 años en el texto que acompaña a su foto.
Uno de los valores de la exposición es la naturalidad, esa demostración de que cada familia es un mundo, aunque hay coincidencias que llaman la atención, como el hecho de que muchos hermanos y hermanas ya eran muy conscientes de que sus hermanos se sentían de un género distinto del que habían nacido.
Explica Llop que aquellas entrevistas, que también han sido la base de un documental, han supuesto una especie de catarsis. «Nos hemos pegado un hartón de llorar», reconoce.
Las familias han compartido con ella muchos miedos e inseguridades. Cree que los padres muchas veces sufren más que las propias criaturas, porque «suelen ser niños con mucha personalidad», explica.
En la práctica totalidad de los casos se trata de padres heterosexuales que se encontraron con una situación que no habían imaginado. Eso sí, cree que después de esta experiencia la mayoría «ha cambiado su manera de estar en el mundo, les ha hecho mejores personas».
Referentes positivos
Llop hizo su tránsito pasados los cuarenta años. «No sabía ni por dónde comenzar, no tenía referentes», explica. Las únicas personas trans que conocía eran prostitutas o se dedicaban al mundo del espectáculo.
En esos momentos fue determinante su proyecto anterior ‘Construccions identitàries, Work in progress’, en el que fotografió el proceso de transformación de diferentes personas. «Por fin tuve referentes positivos», explica, «personas que vivían de otra manera, a quienes sus familias habían apoyado».
Esa primera exposición todavía se encuentra itinerando por Catalunya. De hecho, ahora está en el Institut d’Estudis Vallencs, donde permanecerá hasta el 27 de mayo.
También se ocupó de fotografiar elementos clave en su proceso, como la salida del armario o los cambios en su círculo más íntimo. «Ese es uno de los mayores miedos de las personas trans, perder primero a sus vínculos y luego su trabajo». En su caso, la que había sido su pareja decidió no acompañarla.
Ese proyecto también la llevó al activismo, a fundar la asociación Generem!, de la cual es presidenta. Le preguntamos si viendo cómo las familias que ha retratado han asumido la situación de sus hijos siente envidia, pero nos dice que no. «No puedo mirar atrás, yo ya hice mi proceso», cuenta, aunque sí cree que, poco a poco, las cosas comienzan a cambiar para los más jóvenes.