Pasaron dos días en Paiporta. Ayudaron a desescombrar el sótano de un instituto de secundaria con las manos, vaciaron cubo a cubo un palmo de agua del parking inundado de una comunidad de vecinos, conocieron la «pura supervivencia» y la «generosidad más grande». Y volvieron distintos. Siete agentes de la Guàrdia Urbana de Reus echaron una mano en la zona cero de la catástrofe de la dana de Valencia el lunes y el martes. «Es lo que más nos ha impactado en la vida», cuentan. Regresaron a casa antes de lo previsto, precisamente, por la amenaza de una nueva dana sobre Tarragona.
Describen el municipio valenciano más golpeado por la gota fría como un escenario de «guerra» y algo similar al resultado de «una bomba atómica». Hablan de las imágenes que nos han sobrecogido a todos desde las pantallas como «solo una pequeña parte» de lo que ha ocurrido allí. Y de personas caminando en «modo zombi» en busca de ayuda para cualquier gestión. Dos semanas después del desastre, aún se ven «torres de hasta cuatro coches apilados» y «muebles, árboles... lo que uno se pueda imaginar» en las calles. Las tareas de limpieza avanzan «lentamente». Sacar el «barro que impregna absolutamente todo» se presenta casi como una meta «imposible».
Los agentes –Daniel Larraz, Óscar López, Adrián Bareas, Úrsula Juárez, Jéssica Pérez, Laia Molinero y Carlos Vilana– fueron el segundo equipo de la Urbana reusense en acudir a «tirar de pala» y parte de los «muchísimos voluntarios, llegados de todos lados» que arriman el hombro en Valencia. Casi dan media vuelta. «Íbamos a Catarroja pero nos decían que estaba muy controlado», apuntan. Cambiaron de rumbo, llegaron a Paiporta y, nada más poner un pie en el lugar, rápido les reclamaron.
Una de las prioridades, adecuar escuelas. Pero «no tenían máquinas ni nada, faltaban los medios». No importó. Los policías se arremangaron para vaciar de trastos el Institut Andreu Alfaro «con las manos y con cubos» hasta que el sótano, donde «el agua llegaba por las rodillas», quedó liberado. Solamente lo que extrajeron el primer día «ocupó tres bañeras de escombros». Antes, dieron también apoyo a unos vecinos que no conseguían acabar de achicar el agua de su parking. De la gente del pueblo, les llegaba una sola palabra, muchas veces repetida: «Gracias, gracias, gracias».
Los voluntarios, que viajaron en sus días de fiesta, durmieron en el polideportivo de Alcàsser, sobre esterillas y algún colchón. Comieron en «cualquier parte» porque «cada quince metros, en las calles, hay un puesto: se han montado puntos con cocinas, con café...». La Falla del Raval de Alcàsser les facilitó la cena.
Muestran fotos de Paiporta porque «quien no lo ve, no se puede imaginar cómo es»: personas mayores cogiendo la fruta que les sirven, otros yendo a buscar ropa de una pila o pidiendo artículos de higiene. Uno se pregunta, ¿hay luz? Pero es que «no hay farolas, las arrancó la riada». Los agentes explican que, «en medio de tanta desgracia», ha emergido «la solidaridad de la gente». ¿Por qué fueron ellos allí? «Tenemos que estar donde hagamos falta», expresan. Y lo han decidido: «Volveremos».