La BBC ha informado de la muerte de una monja de 92 años, que llevaba 30 en un convento de clausura.
En principio no parece noticia, pero Ann Rusell Miller era un personaje singular. Hija de un multimillonario de los ferrocarriles, a los 20 años se casó con el vicepresidente de una compañía eléctrica. Tuvieron diez hijos, que les dieron 28 nietos.
Como mujer «moderna» salía en las revistas de sociedad, fumaba, bebía, jugaba, conducía veloz y tenía un yate. Enviudó a los 61 años y tomó la determinación de entrar en un convento. Como despedida organizó una comida en el Hilton de San Francisco con 800 invitados. Les dijo: pasé mis primeros 30 años viviendo para mí; los siguientes 30, para mis hijos, y pido a Dios vida para retirarme otra treintena.