El pasado domingo, los argentinos fueron a las urnas por la convocatoria de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), una especie de ‘primarias’ de las elecciones nacionales previstas para el próximo 22 de octubre. En esta previa suelen definirse los precandidatos de cada partido.
El electorado se fragmentó en tercios, con pequeñas diferencias entre esos partidos. La Libertad Avanza, liderada por Javier Milei, con el 30%; Juntos para el Cambio (derecha-conservadores) sumó el 28% y eligió a Patricia Bullrich, y el tercero, Unión por la Patria (el peronismo), con 27%, encabezado por Sergio Massa. Lo más significativo resultó la victoria de Milei, prácticamente un desconocido pese a que lleva varios años en política.
Economista, se autodefine como «ultraliberal», y pregona que su intención es desalojar «a la casta política», algo que repite con intención de captar el descontento general por la situación del país. Argentina tiene una inflación que supera el ciento por ciento anual, cuyos efectos soporta gran parte de la población. La pobreza cerró el año pasado con un índice del 32%, o sea, a unos 11 millones de personas. Un clima social propicio para ofrecer soluciones oportunistas aunque no tengan fundamentos.
Milei se destaca por sus actitudes excéntricas, citas bíblicas y frases grandilocuentes. Una descripción sencilla del personaje sería la de un aprendiz de autócrata que está aprovechando un momento especial de la crisis política y social de Argentina. Entre sus propuestas, está la de dolarizar el país, lo que implicaría la desaparición del peso argentino. También anticipa el cierre del Banco Central.
Se pronuncia en contra de la eutanasia y pregona que derogará la Ley del Aborto promulgada hace unos tres años en el país. Está en contra de la educación sexual de los jóvenes y, por supuesto, niega el cambio climático. La primera felicitación que recibió Milei por sus resultados en las PASO fue la enhorabuena de los políticos españoles Abascal y Buxadè, dirigentes de VOX. Se muestra partidario de privatizar las empresas estatales que existen como tales desde el primer gobierno peronista (1945). Afirma que es el Mercado el que tiene que regular las relaciones. Reniega de la justicia social y califica como atrocidad la frase histórica de Eva Perón: «Donde hay una necesidad nace un derecho».
La irrupción de Milei muestra que las actitudes ultraderechistas y excluyentes que circulan en Europa y otras regiones (predominio del mercado y las finanzas mientras se marginan los derechos de los ciudadanos) también avanzan en Latinoamérica. La táctica es explotar el descontento y ofrecer propuestas irrealizables y disparatadas. Una mezcla de Trump y Bolsonaro. Milei grita, gesticula y se suma como uno más al malestar social, responsabilizando a «la casta política».
Esta realidad actualiza el debate sobre la pasividad de las sociedades que en una columna similar del Diari exponía esta semana el profesor Marquesán, cuando preguntaba por qué no se rebelaban los jóvenes, recordando que son los más perjudicados por el modelo neoliberal. Pues Milei en Argentina ha utilizado en su favor ese descontento, pero para sugerir todo lo contrario: más liberalismo, más capitalismo.
Con esa argucia, deriva la responsabilidad de los problemas de injusticia social a los comportamientos individuales, no al sistema que los provoca. En sus intervenciones, suele intercalar mentiras, como cuando exclama que la presión fiscal de Argentina es la mayor del mundo. No es cierto. Argentina tiene el 29,1%, pero lo superan Francia y otros muchos países. Pero a a Milei le sirve para decir a continuación que quitará impuestos y reducirá el gasto público (es su argumento para eliminar la sanidad y la educación públicas). El éxito de la prédica falsaria no es mérito de Milei, sino producto del vacío y la decadencia del resto de las fuerzas políticas en Argentina.
Una de las principales es el peronismo menguante, que perdura como un sentimiento popular pero carece de opciones que respalden a las mayorías sociales, a los trabajadores, a los desocupados, como ocurrió hasta los años 80 con distintas organizaciones obreras y políticas. A este deterioro general no es ajeno el periodismo argentino, particularmente las empresas privadas que suelen controlar prensa escrita, radios y canales de TV. Estos grandes formadores de opinión tienen una influencia decisiva en que aparezcan personajes como Milei para cosechar la desorientación colectiva
Está claro que hay una mayoría de votantes que no toman en cuenta lo que piensa hacer el candidato, sino que asumen emocionalmente lo que ese excomentarista televisivo convertido en propuesta política expresa con gritos e insultos contra la «casta». Un veterano compañero con quien compartí hace muchos años informativos radiales en Argentina definió como «voto suicida» el apoyo a La Libertad Avanza de Milei. Creo que es un calificativo muy preciso. Los trabajadores, la clase media arrinconada y los jubilados votando contra sus propios intereses.
Las elecciones generales se realizarán el 22 de octubre. Si los resultados son similares, nadie tendrá la mayoría absoluta, con lo cual corresponderá una segunda vuelta entre los dos primeros. Si es así, el 19 de noviembre puede que los argentinos –lamentablemente– tengan que elegir entre lo malo y lo peor. Para no dejar un cierre tan pesimista, quizás es oportuno recordar que a veces hay que tocar fondo para volver a la superficie.