Más de 8.000 años contemplan
a nuestro comercio

11 julio 2023 20:01 | Actualizado a 12 julio 2023 07:00
Florenci Nieto
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El origen del comercio se remonta a finales del Neolítico, con el descubrimiento de la agricultura; al principio, agricultura de subsistencia, principalmente para uso propio y para la población, dedicada a los asuntos agrícolas.

Con la incorporación de desarrollos tecnológicos, como la utilización de los animales o el uso de nuevas herramientas, las cosechas obtenidas eran cada vez de mayor cantidad. Así llegó el nacimiento del comercio.

Las cosechas superaban las necesidades que la comunidad necesitaba para su subsistencia, a la vez que no era necesario que toda la comunidad se dedicara a la agricultura, y una parte de la población empezó a desarrollar otras actividades. como la alfarería, la siderurgia, etc.

Los excedentes de las cosechas comenzaron a intercambiarse con otros objetos y elementos como armas para la defensa de la comunidad, depósitos para almacenar los productos agrícolas como las ánforas, nuevos utensilios agrícolas como azadas, incluso algo más adelante espejos, pendientes, colgantes, etc.

El comercio conforma el tejido social de las ciudades. La aglomeración de actividades en torno al comercio es el origen de vida urbana. Donde hay comercio hay vida social

El comercio primitivo, además de propiciar el intercambio local de bienes y alimentos, generó también el intercambio con carácter global de innovaciones científicas y tecnológicas, como por ejemplo el trabajo de los metales en hierro o bronce, o la aparición de la rueda, el torno, la escritura, la navegación o las nuevas formas de urbanismo, por las continuas influencias que se reciben de oriente.

Aparece el trueque como modelo de pago, intercambiando unas mercancías por otras de igual o menor valor. Muy a menudo, estos trueques añadían un alto riesgo, lo que dio paso a la aparición de la moneda.

En Grecia y Roma durante los siglos VIII a.C al V d.C., las zonas de cultivos extensivos representaban importantes fuentes de trabajo, aunque el principal motor económico fueron los esclavos, la agricultura y la industria.

Las ciudades en Grecia estaban constituidas por un ágora como lugar de encuentro y de mercado en su origen y en el caso de Roma era el foro, una plaza rectangular donde se levantaban edificios civiles y religiosos con un ambiente propio para el desarrollo de la actividad política, social y comercial.

Durante el feudalismo (siglos IX al XV), artesanos, mercaderes y comerciantes llegaban a las principales ciudades para ofrecer sus productos, relacionados siempre con la agricultura, la industria y el ganado.

Ya en la actualidad, los mercados municipales en muchas ciudades son el fruto de una larga tradición histórica de siglos que ha evolucionado desde las plazas extramuros, donde se celebraban a menudo ferias e intercambios de productos de todo tipo, agrícolas y ganaderos principalmente, hasta la consolidación de espacios comerciales gestionados por el municipio.

Esta medida fue impulsada desde finales del S. XVIII y se desarrolla a lo largo del S. XIX convirtiendo estos espacios en equipamientos municipales.

Los mercados municipales nos aportan múltiples colores, aromas, sabores, experiencias y diversidad, pero sobre todo una extrema calidad en toda la amplia y rica variedad de productos

El comercio conforma el tejido social de las ciudades. La aglomeración de actividades en torno al comercio es el origen de vida urbana. Donde hay comercio hay vida social, turismo, industrias, residencias...

Este papel importantísimo del comercio necesita de una cercanía a un modelo expositivo con gran contenido a los mercados de abastos, como el gran entorno de innovación y comercio de gran calidad, su proximidad, los convierten en factor económico y sociológico y supone la revitalización de la ciudad en términos comerciales.

Los mercados municipales nos aportan múltiples colores, aromas, sabores, experiencias, y diversidad, pero sobre todo una extrema calidad en toda la amplia y rica variedad de productos que en ellos podemos encontrar, y que los paradistas nos ofrecen con un trato exquisito y un servicio propio del comercio de proximidad que difícilmente podremos encontrar en el gran comercio y grandes superficies.

El gran calor que va a acompañarnos en estos días debería de motivarnos a visitar el mercado municipal para poder hacer nuestras compras, con un ambiente muy acogedor, es imposible poder encontrar la frescura, la calidad y la gran variedad y riqueza de sus productos en otro comercio, solo comparable con el de los comercios especializados de proximidad, pequeño y mediano comercio, nuestro comercio urbano.

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