1- Sanmao escribe sobre una España que no conocí, de la que sólo he sabido a través de las historias de generaciones mayores, un lugar y un tiempo inmediatamente reconocibles pero igualmente extraños. Ambos somos extranjeros ahí. El Sáhara español y las Islas Canarias me reciben, cuando abro sus libros por primera vez, como la debieron recibir a ella muchas décadas atrás: espacios desconocidos con sus propias realidades, indiferentes a nosotros, escritora y lector. Uno debe aprender a navegarlos. Y aún así, hay una cualidad doméstica en sus escritos, una mano que guía de manera gentil y extremadamente honesta, que hace este aprendizaje bastante fácil. Sus Diarios convierten recuerdos en lugares que podríamos jurar que hemos habitado –no es de extrañar que tanta gente viaje cada año a la ruta oficial para visitar su antiguo hogar en las Islas Canarias.
2- Chen Mao-ping, o Echo Chan, como también firmaba, nació en China en 1943 y se mudó a Taiwán con su familia a los seis años tras la victoria comunista en el continente. Sanmao publicó su primer ensayo a los diecinueve años y con veinte fue a estudiar a Madrid. Allí conoció a José María Quero, con quien se reencontraría y casaría tras unos años en Alemania, y que es una de las constantes en sus escritos, incluso (especialmente) cuando falta. Juntos vivieron en el Sáhara mientras todavía era colonia española. Poco después del Acuerdo de Madrid, en 1976, Sanmao publicó Diarios del Sáhara, que la convirtió en una celebridad en Asia.
3- De manera muy apropiada, descubrí a Sanmao por unas académicas asiáticas, en la cena de bienvenida de un taller en Bruselas en el que participé el año pasado. «Todo el mundo en Taiwán la lee», me dijeron. Me hablaron de ella con tanta pasión que en cuanto volé de vuelta decidí comprarme uno de sus libros (editados aquí, en castellano y catalán, por Rata). Los dos primeros volúmenes de sus Diarios son el citado Diarios del Sáhara y Diarios de las Canarias. Me decidí por Diarios de ninguna parte, el tercero.
4- Además de por su poético título, lo que me hizo empezar por el final fue el enfoque en el dolor y la pérdida: en este tercer volumen, Sanmao habla de la muerte de su querido marido, la relación con la familia de él después de esto y el sentido del deber hacia su propia familia que la mantuvo con vida. Pero no todo es lúgubre en este libro. Libre, aguda, divertida, apasionada, casi tan descuidada como desafiante, Sanmao muestra la alegría como alegría y el dolor como dolor. Presenta fragmentos de su vida, de su yo, de manera no lineal, saltando a través del tiempo y los temas, como recordando desde el presente. Todo es tan claro y directo que se vuelve tan vívido como la escritura puede llegar a ser, su dolor contado de manera tan personal que se vuelve universal, su amor tan desprovisto de romanticismos que no puede ser cuestionado. El dolor y el amor nos unen, nos recuerda. Lo inmediato de su estilo hechiza, y tengo la sensación de que más lo hará mientras más nos alejemos de su tiempo.
5- Reservé Diarios de las Canarias poco antes del confinamiento en Literanta, una de mis librerías favoritas de Mallorca, y corrí a recogerlo en cuanto abrió. Pensé que no podía haber mejor manera de celebrar la recién recuperada libertad que ese reencuentro que cosía tiempos (la España de los 70 y 80, el mundo precoronavirus, la «nueva normalidad») e islas (Taiwán, Gran Canaria, Mallorca). Mientras tanto, Diarios del Sáhara me espera en Tarragona, todavía sin abrir, todavía sin leer, un regalo pendiente para el cumpleaños que el virus nos negó. Es la promesa de otro reencuentro.
6- Sanmao fue una de las grandes errantes, una de las mejores escritoras de viajes, y no tenemos suficientes de estas. La manera en que veía las Canarias, España y Europa pone ante un juego de espejos mis propios recuerdos de la España de mi infancia, las costumbres de las familias que veía entonces. Sus descripciones de Taiwán y la vida taiwanesa dieron color a mi viaje a aquella fantástica isla. Yo era un forastero allí, pero es probable que muchos de los lectores que me encontré en cada librería local y yo estuviéramos atados en secreto por la intimidad de sus textos.
7- Aunque las cifras recientes son preocupantes, Taiwán ha hecho durante años esfuerzo por ser una sociedad lectora. Su principal cadena de librerías, Eslite, está por todas partes, y tiene tiendas enormes, librerías subterráneas y otras abiertas 24 horas en las que la gente pasa el tiempo entre libros de muestra. Siempre que podíamos, entrábamos a una de sus tiendas a curiosear publicaciones y paisanaje, y nos fascinábamos con sus lectores. En una de ellas nos recibió una foto enorme de Sanmao. También el museo nacional de literatura y las librerías públicas de Kaohsiung (enorme y futurista) y Beitou (integrada en un parque boscoso) fueron paradas obligatorias. Allí, como siempre, pude comprobar el vínculo que une libertad y libros, mucho más que etimológico.
8- En los últimos años, me he ido enamorando de los diarios de «vivir en el extranjero» como forma literaria: no del todo turistas ni del todo locales, escritores intermedios como Sanmao o el colombiano afincado en Corea Andrés Felipe Solano nos ofrecen dos marcos culturales a la vez, no simples encuentros entre culturas sino sujetos vivientes de ambas culturas, un rechazo de la pureza tanto como una celebración sin idealismos de la topofilia y la cordialidad.
9- Escribir y leer son actos vinculados a ver, ser vistos y permitir que otros nos vean. Me alegra que muchos en Taiwán puedan ver la parte de España en la que vivió Sanmao a través de sus palabras, que aquí también podamos hacerlo, que ambos países puedan conectarse a través de sus libros y que ella nos permitiera verla a través de sus generosos fragmentos de vida. Escribe otra gran errante, Olga Tokarczuk: «mi peregrinación es siempre en pos de otro peregrino». También yo peregrinaré, en cuanto pueda, a las Canarias de Sanmao.