Seis meses de ofensiva militar de Israel contra territorio palestino: más de 32.000 muertos, la mayoría de ellos, niños y mujeres. El número de heridos se estima en más de 80.000. No se puede precisar porque los bombardeos israelíes han alcanzado incluso a los hospitales. Los ataques han destruido miles de viviendas y gran parte de los suministros de agua y electricidad.
Una de mis primeras columnas en el Diari sobre el tema la titulé ‘Gaza: no es una guerra, es un genocidio’. Y así continúa en medio de una inexplicable pasividad de la denominada ‘comunidad internacional’.
El incidente provocado por Hamás en octubre fue el argumento para desatar no una represalia, sino una operación de exterminio totalmente desproporcionada. Pero Israel no solo está masacrando población civil indefensa, sino que está –una vez más– ocupando territorio palestino.
The Times of Israel publicó que tras una ofensiva en Cisjordania, se decidió declarar una zona de unos 8 kilómetros cuadrados como tierra estatal, lo que permitirá la construcción de nuevos asentamientos israelíes. Así viene ocurriendo en los sucesivos conflictos.
Mientras tanto, la situación de la población palestina continúa degradándose. El sistema sanitario es cada dia más precario y aumentan sus carencias. El hospital de Jan Junis fue ocupado por tropas israelíes y ha quedado fuera de servicio. Hubo muertos y heridos del personal sanitario.
Pero Israel no solo bombardea a la población civil, sino que dificulta la llegada y distribución de la ayuda humanitaria. Anunciaron que no permitirán que la agencia de la ONU para los refugiados (UNRWA) siga enviando camiones con alimentos al norte de Gaza.
El periodista norteamericano Chris Hedges, premio Pulitzer y corresponsal de guerra, expresa que cuando los dirigentes israelíes utilizan el término «victoria absoluta» quieren decir eliminación total. Y recuerda como los nazis en 1942 mataron de hambre sistemáticamente a 500.000 hombres, mujeres y niños del guetto de Varsovia.
El Gobierno de EEUU ha mantenido su total respaldo a Israel, en armamento, y a sus operaciones militares. Pero después de haber vetado en varias oportunidades en el Consejo de Seguridad de la ONU la exigencia de un alto el fuego, inesperadamente el representante norteamericano se abstuvo, con lo cual la resolución quedó aprobada por 14 votos a favor y ninguno en contra. Esto provocó la ira de Netanhaju, que públicamente recriminó a Biden esa decisión.
Pero al parecer esa abstención tiene razones muy personales. Las encuestas sobre las próximas elecciones en EEUU muestran que hay una mayoría de demócratas –su partido– que critican su posición de apoyo a las acciones militares israelíes. Esta perspectiva puede ser el origen de su veto.
Pero ni remotamente significará alterar la posición de EEUU en respaldar a Israel. La BBC recuerda que Biden está profundamente apegado a Israel, se autodenomina sionista y ha brindado al pueblo israelí apoyo emocional, así como toda la asistencia militar y diplomática que ha necesitado desde el pasado 7 de octubre.
Solo el representante de la Unión Europea, Josep Borrell, sigue infatigable buscando salidas razonables a la situación. Y no duda en criticar las acciones militares de Israel al expresar «¿Qué alternativa tiene? ¿Que los palestinos se vayan? ¿Matarlos?».
Lamentablemente es una voz solitaria en una Europa que parece tener poca memoria de su propia historia, y eso provoca que las tragedias se repitan.
«La mala noticia es que el tiempo vuela. La buena noticia es que tú eres el piloto».