La alegría del amor

Los divorciados que se han vuelto a casar civilmente no están excomulgados

19 mayo 2017 19:42 | Actualizado a 21 mayo 2017 20:33
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El título del documento del Papa Francisco es muy significativo: Amoris laetitia (La Alegría del Amor), y aún lo resulta más si se pone en relación con los títulos de otros dos escritos pontificios recientes, su exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) y con la primera encíclica de Benedicto XVI Deus Caritas Est (Dios es amor).

Los términos alegría y amor aparecen en distintas combinaciones en los tres, como una manifestación del mensaje que quiere enviar la Iglesia al mundo de nuestra época. Son valores positivos con los que toda la humanidad está de acuerdo. ¿Quién duda que la palabra amor es la más celebrada de nuestro lenguaje? ¿Y quién estaría en desacuerdo con el derecho a perseguir la felicidad –la alegría– según la famosa declaración americana.

Amoris Laetitia trata del amor en la familia, esta institución humana, la más antigua y universal, que si se caracteriza por algo es por las relaciones de amor entre sus miembros. Tenemos un modelo divino de familia en la de Nazaret, y en este sentido no es casual que el Papa haya firmado su documento el 19 de marzo, fiesta de San José, cabeza de la Sagrada Familia.

La exhortación apostólica la ha redactado el Papa Francisco después de oír las intervenciones que se produjeron en dos sínodos, en octubre de 2014 y el mismo mes de 2015. Era un texto muy esperado en el que pensó desde el comienzo mismo de su pontificado.

Sin duda podrá defraudar a quienes esperaban cambios radicales en el modo de entender el matrimonio o la familia. El matrimonio sigue siendo la unión entre un hombre y una mujer; se siguen valorando su apertura a la vida y la perennidad de su compromiso.

¿Cuál es pues su novedad? Creo que hay que buscarla en lo que podríamos llamar la «actitud de acompañamiento». El Papa acentúa la necesidad de que la Iglesia y todos sus miembros estén cerca de las personas sin importar lo alejadas que puedan sentirse de ella, especialmente de las que sufren. Hemos de ser signo de misericordia allí donde la familia carezca de paz y de gozo.

Otra característica es que no es un texto teórico, sino que parte de experiencias muy reales, de la complejidad de situaciones familiares. Esta relación con la cultura de la época se nota incluso en las citas, que no solo son de santos y teólogos, también cita a Marin Luther King o a la película El festín de Babette.

La manera en que aborda las complejidades de la vida y la situación irregular de muchas familias, parte de una idea: no se pueden aplicar estrictamente y por igual las reglas generales a las distintas situaciones particulares. Es una idea vieja, que ya trató Aristóteles en su Ética a Nicómano sobre la moral al decir que la conducta correcta nace de un juicio que toma en consideración tanto la norma general como el caso concreto.

Su aplicación práctica incide en la cuestión que periodísticamente ha centrado la atención desde hace tiempo de los sínodos de la familia: ¿Pueden ser admitidos a recibir la Comunión los divorciados que se han vuelto a casar civilmente? El documento papal no da una respuesta genérica, una norma general para todos los casos concretos, sino que habla de discernimiento teniendo en cuenta que el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos.

En todo momento aclara, eso sí, que estas personas no están excomulgadas, aunque no puedan participar plenamente de la vida sacramental, a la vez que señala que el camino de la Iglesia no es condenar a nadie para siempre.

Considero muy importante que los cristianos leamos este texto del Papa y no nos limitemos a conocerlo a través de los titulares periodísticos o de algunos comentarios que puedan publicarse. Dos sínodos y un documento muy pensado no pueden resumirse en un tuit o en cuatro palabras.

Amoris Laetitia son nueve capítulos con una enorme riqueza de matices y sugerencias que abordan todos los aspectos de la familia, desde el amor matrimonial hasta otras formas de unión, pasando por la educación sexual, de la que el Papa se muestra partidario si se hace de modo adecuado, es decir si no se banaliza ni empobrece el amor, que es recíproca donación.

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