Hace ya más de cuatro años, pero estos días nos recuerdan un poco a aquellos inicios de una pandemia que vemos muy lejana pero que es más reciente de lo que creemos. Son historias distintas, por supuesto. Entonces era una emergencia sanitaria y ahora hablamos de alerta climática. Pero hay cosas que se parecen. Estamos asustados. Contamos muertos y desaparecidos. Reclamamos que alguien competente tome las riendas de la crisis. Hay oleadas de solidaridad. Pedimos prudencia. Recomendamos teletrabajo. Las clases se han suspendido en guarderías, colegios, institutos, universidades y demás centros de formación. Las actividades de ocio y deportivas se han cancelado. Y las visitas médicas no urgentes. Las ruedas de prensa caen y dejan de tener sentido. No hay inauguraciones. No hay nada. Y vuelven las alertas a los móviles. Aquellas que suenan de repente y de forma tan estridente, interrumpiendo nuestras vidas allá donde estemos. Hay un único tema de conversación: la DANA. Tras la mortandad de estos últimos días, toda precaución es poca. Con un ojo miramos a las zonas afectadas y nos reconcomen la incredulidad y la indignación ante una gestión nefasta. Con el otro ojo, vivimos estos días enganchados al MeteoCat y extremamos las precauciones con el miedo de que el caos llegue a nuestros hogares. Mezcla de sensaciones en días raros, inciertos y un poco locos.
03 noviembre 2024 21:08 |
Actualizado a 04 noviembre 2024 07:00
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